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Incorporación de la dimensión estética en la educación superior: diálogo con Luis Eduardo Primero
Incorporation of the aesthetic dimension in higher education: a dialogue with Luis Eduardo Primero
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 7, núm. 16, Esp., pp. 11-20, 2022
Red Construyendo Paz Latinoamericana

Artículos

©Revista CoPaLa, Construyendo Paz Latinoamericana

Recepción: 05 Junio 2022

Aprobación: 02 Septiembre 2022

DOI: https://doi.org/10.35600/25008870.2022.16.0259

Resumen: Objetivo: Destacar la importancia de incorporar la poesía en todos los niveles y campos de la educación superior. Metodología: Discurso dialógico argumentativo. Conclusión: Se trata de incorporar una visión estética a la relación maestro/alumno. Esta estética se ubica en el “pensar bien”, íntimamente vinculado al “sentir bien”, es decir, no sólo en el pensamiento, sino asimismo en la sensibilidad. El docente puede estimular al estudiante para que con un ejercicio introspectivo ponga atención a su propio potencial de artista, al poeta que todos somos o llevamos en nosotros, y que deberíamos descubrir, reconocer y potenciar, para incorporarlo a nuestra estrategia didáctica y principios pedagógicos desde las epistemologías del Sur.

Palabras clave: Educación superior, Epistemología, Latinoamérica, Pedagogía, Poesía.

Abstract: Objective: To highlight the importance of integrating poetry at all levels and fields of higher education. Methodology: Argumentative dialogical discourse. Conclusion: This proposal tries to incorporate an aesthetic vision of the teacher/student relationship. This involves both "thinking good" and "feeling good.", that is, to recognize not only thought, but also sensitivity. The teacher can encourage students to introspectively pay attention to their own potential as artists. The poet that we all are must be discovered, recognized and promoted to incorporate it into our educational strategy, based on principles of the epistemologies of the South.

Keywords: Epistemology, Higher education, Latin America, Pedagogy, Poetry.

“El verdadero poema es la mente del poeta,

la verdadera nave es el astillero.”

Ralph Waldo Emerson, Self-Reliance and Other Essays.

Introducción: conversación entre autor y profesor

En nuestra mesa de trabajo, que no es otra cosa que una mesa de café, nos sentamos con el colega Luis Eduardo Primero para conversar mano a mano, como lo hemos hecho asidua, aunque asistemáticamente, durante años. Vengo preparado para reflexionar con él. La conversación puede verse también como un debate armónico que generalmente confluye en puntos de encuentro por demás reveladores. Le pido paciencia para escuchar lo que quiero leerle como arranque del encuentro. Abro un libro de su autoría y leo lo siguiente:

… aceptamos vincular la belleza con la salud, pues el común denominador que las une es el equilibrio de la vida, relación auto generadora de crecimiento, armonía y satisfacción, que produce bienestar y hasta contento e incluso alegría, pues la estética capta las proporciones bellas de la vida, siempre sistémicas y atractivas. Si esto es así, y aceptamos que la recuperación del pensamiento ecológico nos debe conducir a la sanidad como equilibrio vital generador de belleza, entonces podremos vincular el «pensar bien» a la estética, como ámbito de lo equilibrado, armónico y por ende bello, conceptuación promotora de una idea de la estética que la llevaría más allá del espacio artístico, situándola en el plano más primario de la vida, para significar al arte como expresión de lo sano y bello, de lo vitalmente enriquecedor por armónico y alegre. (Primero, 2019, p. 64)

Después de la lectura se abre un breve silencio. Ante la expectativa que la lectura crea continúo hablando, ya sin leer, diciendo lo siguiente: —Una estética situada más allá del espacio artístico, sería aquella que se ubica en el “pensar bien” y el pensar bien está íntimamente vinculado al “sentir bien”, es decir, no solo al pensamiento le damos importancia, sino asimismo a la sensibilidad. Y si hablamos de sensibilidad en la academia, estaremos mencionando una grave carencia, incomprensible aunque explicable, como veremos más adelante, y esa carencia puede definirse como la ausencia de poesía y arte en nuestro devenir cotidiano educativo, en el medio ambiente mismo de los espacios creados o adaptados para la educación en todos sus niveles y campos, y en particular en el que más nos interesa a nosotros, que es el nivel superior. Entonces, Luis Eduardo, disculpándome por este largo prólogo al prólogo, te formulo las siguientes preguntas:

¿De dónde proviene la falta de interés y de curiosidad del estudiantado universitario y gran parte de la planta académica, por nuestra literatura, por la poesía como género, o por la obra de alguna escritora o escritor local, que lo llame a admiración? ¿Cuáles son las causas que inhiben o cancelan en el estudiante y en muchos de sus docentes, el hábito de leer y escribir? ¿Qué podemos decir acerca de los hábitos de lectura y escritura de los funcionarios y tomadores de decisiones en el ámbito de la educación superior?

— Podríamos responder a estas preguntas, — escucho decir finalmente en la voz del profesor y amigo — planteando que esta apatía generalizada es producto de una visión pedagógica que ha marginado la capacidad artística y creativa que encierra el trabajo de reflexión intelectual, para dar paso libre a otras competencias más afines a la aplicación práctica de un saber hacer, fruto de una racionalidad técnica propia de otras áreas del conocimiento. Podríamos también relacionar la carencia de intelectualidad, con una forma particular de sordera o ceguera propia de un saber dividido en compartimentos que ignora las enriquecedoras relaciones entre el arte, las ciencias y las humanidades. ¿Quiénes, entre nosotros los profesores y profesoras, hemos sabido relacionar nuestros temas específicos, con preocupaciones filosóficas o con lo universal de la poesía y la literatura? Parecería que para un profesor de química, veterinaria o ingeniería detenerse a hablar de arte o poesía con los estudiantes estaría traicionando un acuerdo tácito celebrado con su disciplina, rompiendo un pacto de sumisión y resignación a su lenguaje específico, del que, por otra parte, se ufana. Mucho se habla de la trans, inter, multi, disciplina, — continúa diciendo el profesor Primero — mientras se mantiene una permanente marginación disciplinaria que obliga a renunciar a lo mejor que se podría ofrecer como docente, que es el desarrollo de una visión amplia y sensible que incluya y promueva la consideración de nuestros más grandes creadores. Pensemos, por ejemplo, en incorporar al programa bajo nuestro cuidado, cualquiera que este sea, el pensamiento de un Juan Rulfo, o de un Octavio Paz, como parte indispensable de éste, como de cualquier bibliografía, ¿qué ocurriría si en cada materia, en cada curso o seminario, el maestro o la maestra a cargo, incorporara un espacio para la lectura de un poema?

— Se abre un corto silencio, y entonces retomo la palabra, aunque esta vez sin la amenaza de que sea un largo aliento: — ¿Sería posible obligar a que eso suceda? ¿Sería factible obligar a que se incorpore la poesía a todo currículum? Definitivamente no. La incorporación de la dimensión estética más allá de lo que entendemos por “artístico”, para no limitarlo a las artes plásticas, conciertos, o exposiciones y lecturas, lo tenemos que ver como parte de lo saludable, de lo que lleva a la armonía y el equilibrio que resulta en belleza. Pero no es algo que pueda decretarse o decidirse por consigna, como un mandato. Nadie puede llegar a ser feliz como resultado de un acuerdo o una convención. No se trata de que forme parte de un currículum o un programa, al contrario, ni la inteligencia ni la sensibilidad se logran por decreto. Se necesitan otros caminos, y de ellos hablaremos aquí, hoy, y si no hoy, sí en las páginas subsiguientes que estarán escritas después de este diálogo que sirve de prólogo… porque el camino que puede ser múltiple, es algo que surge de una especie de sensibilidad común, que nos lleva a un acuerdo tácito, a una convención, producto de la elaboración interna o la internalización de una nueva epistemología. Eso surge de lo que entendemos como Weltanschauung, si preferimos verlo así.

— Luis Eduardo Primero aprovechó un no programado silencio para retomar con actitud caballerosa, la palabra: — Esto que llamamos “pensar/sentir bien” es parte de una conciencia surgida de movimientos o personas que apuestan por la descolonización del poder, del saber y del ser. Se trata de una perspectiva ecológica que se encadena con una o con muchas nuevas miradas. Surge de diálogos como este que revelan posiciones teóricas amplias, envolventes, holísticas, nacidas de una atmósfera permisiva, que invita a irnos por esos recodos o atajos laterales, que no excluye detenernos en ese mirador que parece un balcón mirando el horizonte. La presencia de una estética totalizadora en la escuela será resultado de una sana y fraternal comunicación entre docentes, como la que llevamos tú y yo, y del docente y el estudiante, lo que equivale a decir, de una necesidad colectiva de compartir emociones: la emoción que provoca la belleza, la emoción que solemos nombrar con la palabra plenitud o felicidad.

— Tal cual Luis, dijo el Luis que esto transcribe, no es común que los miembros de la comunidad académica se comuniquen a través de sus vivencias creativas o artísticas. Existe un prejuicio que nos lleva a comunicarnos con una retórica académica mecanizada más afín al formato del “documento” sometido a los pésimos protocolos que se le imponen a una tesis de grado, una idea falsa de lo que es “científico” una retórica que margina lo artístico. Cuidado, no es algo que esté escondido y solo nosotros podamos ver. No. Al contrario, es algo evidente, lo notamos en cualquier institución educativa, donde prevalecen lineamientos rígidos a seguir, y subyace un concepto de arte (y del artista) que lo concibe como una entidad que está en otro lado, allá afuera, en manos de aquellos cuya particular sensibilidad los sitúa en el reino de los artistas virtuosos, vistos como individuos sobre dotados, o alternativos, que incluso bautizamos como escogidos cuando respetan las formas sociales o “bohemios”, cuando muestran en su atuendo o imagen cierta excentricidad. Estos individuos “excepcionales” se dejan ver en museos, centros, dependencias, galerías, teatros, editoriales, no en las aulas cotidianas. Son entes a los que hay que acercarse como se hace con una celebridad, o una estrella, con actitud contemplativa, de admiración, o todo lo contrario, como si se tratara de un ser estrambótico, del que hay que cuidarse y es mejor guardar distancia. Una concepción de arte que también se expresa en la falsa idea que tiene el signo de “cultura”: vista como talleres de manualidades, visitas a museos, asistencia a recitales, u otras muestras de talento, desde una actitud de reverencia cultural, que por fin acaban adquiriendo un carácter de prenda de vestir o accesorio ornamental.

—Ciertamente, interrumpe Luis Eduardo Primero: — de esa reducida concepción del artista nace ese extraño impulso que exhibe una falsa humildad, y nos empuja a pedir autógrafos. Son personas que podrán cumplir una función, pero no es la que aquí nos interesa. A lo que creo que te refieres cuando hablas de incorporar una visión estética en la relación maestro/alumno, es al papel que el docente puede jugar para que junto con el estudiante haga un ejercicio introspectivo y ponga atención a su propio potencial de artista, que como en otras ocasiones ya me has comentado, defines como “el poeta que uno lleva dentro” Es decir, el poeta que todos somos o llevamos en nosotros y que deberíamos descubrir, reconocer y potenciar, para incorporarlo a nuestra estrategia didáctica y a nuestros principios pedagógicos.

Ante tal síntesis lúcida dada por su tocayo, Luis Porter reaccionó asintiendo con la cabeza y diciendo: — El estudiante creativo, corporalmente emancipado deja que surja de su interior el ser primitivo, básico, fundamental que le ha legado su herencia cultural que lo liga con su pasado, con la tierra, a través de su etnia, innegable y altamente evidente en su ethos que se expresa en el uso del lenguaje. Y aquí, querido Luis Eduardo diré lo que ha sido un “leit motiv” en mi labor docente, aunque no original, sino aprendida de Rainer María Rilke de sus Cartas a un joven poeta: “la fuente de riqueza de todo ser humano es su niñez”. Esto lo considero muy importante porque decir niñez es decir su propia historia que incluye, en el caso mexicano, un pasado cultural con fuerte peso indígena que prevalece en su identidad como habitante de este territorio, respirando y absorbiendo día tras día su cultura. Esa peculiaridad, o ese don, es lo que le da fuerza, personalidad, y distingue al mexicano de otros grupos humanos. Es un acervo que está por encima de la preparación escolar formal previa, que moviliza su orgullo, su conciencia de pertenecer a una familia, a un grupo, a una región, a la historia de una determinada cultura. ¡Qué interesante que esta conciencia la tengamos dos profesores nacidos fuera de México! Nadie es profeta en su propia tierra. ¡Por eso hoy nos sentimos profetas en esta tierra que fue ajena e hicimos nuestra!…

Luis Primero no vaciló e hizo suyo el micrófono diciendo: —Tratemos de poner esta preocupación del “pensar/sentir bien” a partir de una estética que vaya más allá de lo artístico, con las limitaciones creadas por la pandemia, que tendremos que incorporar a cualquier marco teórico que formulemos. Ahora que nos hemos empantanado en la educación a distancia, siguen sonando los ecos que dicen que vivimos en un tiempo en que las palabras han sido ganadas por el ciclón de la electrónica. La pandemia ha demostrado que la educación requiere de humanidad, de calor humano. Solíamos ver muchas limitaciones al encuentro presencial, hasta que tuvimos que hacerlo con imágenes y diálogos limitados a la pantalla de una computadora. El confinamiento de la computadora nos ha hecho revalorar esos asuntos y esas palabras que en algún tiempo o alguna vez, tuvieron otro aire, no el aire obligado del encierro en un “espacio seguro” como el que buscamos hoy, sino el espacio añorado de aquella atmósfera donde lo urbano y lo rural se confundían. Paradójicamente, el proceso de urbanización de México, producto de una sucesión de malos gobiernos que desquiciaron la ecología humana, sumado al encierro del “quédate en casa” que nos arrinconó durante dos largos años y aún hoy nos arrincona, no han podido ante la fuerza de la tradición, del pasado, de la rica herencia cultural que México contiene. En este intrincado intercambio de influencias, en nuestro denso, multiétnico y sobre habitado país, ha sido el ámbito rural el que ha terminado inundando a la ciudad, transformándola en una amalgama desigual, donde, por encima de anuncios, reclamos y grafiti, contaminación y caos, prevalece un cielo azul y el marco de volcanes y arboledas espectaculares. Por sobre la erosión provocada por el modelo económico y la demografía, por encima de las más burdas agresiones visuales, la ciudad en su inmensa resiliencia tiende a recuperar su fisonomía natural, que, desfigurada en muchas partes, se hace patente y evidente en la belleza de los rasgos indígenas de sus habitantes.

Rasgos que prevalecen, que no han podido borrarse y allí están, adheridos al blanco de la cal y del azul añil de aquellas primeras manos con las que se pintaron los muros de adobe en los ejidos y los magueyales que velozmente se fueron transformando en barrios, en colonias, en ciudades. En esa textura brillan las expresiones de nuestros estudiantes como espigas de trigo empotradas en los filones de la tierra de sus ancestros, hechas adobe. De ese mundo interior dorado, azul y blanco continúan emergiendo las palabras que los abuelos pronunciaron alguna vez para que se repitieran. Basta poner atención en el habla del joven estudiante para distinguir las peculiaridades fonéticas de su entonación o el ritmo de sus expresiones, rasgos de la prevalencia de un preámbulo donde yacen preservadas las formas más entrañables de vida y pensamiento de cada individuo.

Se hizo un nuevo silencio. Útil para que la mesera volviera a llenar nuestras tazas de café y la canasta de panes dulces. Seguimos en este encuentro lo que Liliana Weinberg (2010, 2012) nos recomendó: hagamos academia “desde la amistad”. El único discurso posible en época cibernética, donde ya no se vale traer una ponencia para leer frente al público, es el del diálogo coloquial alrededor de una mesa de café, nacido desde la amistad. Con esa conciencia Luis Porter tomó la palabra: —El camino introspectivo hacia las cualidades poéticas del joven estudiante es una clave que despeja el camino hacia su autovaloración. En el caso mexicano es tan sólo cuestión de recordar, de ejercitar la memoria. Seré aparentemente paradójico: si bien no quiero reducir lo estético que supera lo artístico a las bellas artes, un ejercicio que me gusta aplicar en mis cursos o seminarios, son aquellos necesarios para ayudar a recuperar la memoria, que no es otra cosa que la memorización de citas significativas, en mi método didáctico personal: la memorización de poemas.

—¿Pones a tus alumnos a memorizar poemas, Luis? me preguntó Luis Eduardo Primero alzando las cejas. Y yo muy orondo le respondí: —Sí. Les pido que aprendan a recitar poemas largos que deben saberse de memoria, “de corazón”, como se dice en inglés. Recuerda que corazón es una palabra embebida en la etimología de recordar, en inglés: “know by heart”, en francés “apprendre par coeur”. Es una capacidad referencial que otorga a todo diálogo una calidad semejante a la de los actores interpretando a un autor sobre el escenario de un teatro o en las escenas de un film. Quisiera que mis estudiantes (y disculpas por el posesivo mis) construyeran por sí mismos la capacidad de vivir como actores en pleno ensayo, preparando en todo momento su actuación, improvisando y pasando en limpio. La memoria es el humus que impregna la imaginación y lleva a la plenitud del pensamiento poético. Y recuerda que a esta dimensión humana, que creo la escuela de hoy no tiene, la definimos como la del poeta que llevamos dentro. Por eso recurro a aquellos maestros sabios que aplicaban correctamente sus ejercicios de mnemotecnia o simplemente señalaban como obligación saberse “al dedillo” un largo poema. Creo que ellos sabían muy bien lo que hacían. Apelo a los académicos poetas. Lo hago para llegar a la universidad de otros e impedir que entrando por la puerta una parte mía o nuestra se quede fuera. No quisiera que por formar parte de esos que allí a la intemperie se reconocen artistas y hablan con palabras que no se amigan con las del discurso retórico, se sientan vedados, anclados en un pupitre o parados frente a uno de esos pizarrones que todavía se usan. No. Lo que quiero es que la nueva epistemología nos permita por medio de ejercicios y pasos, llegar a asumirnos poetas. De eso se trata y para eso plantearé más adelante seis pasos o estadios o condiciones a tomar en cuenta como parte de la nueva epistemología.

En ese instante en que ya se comenzaban a formular promesas, Luis Eduardo Primero entendió que estábamos llegando al final de la reunión, y sin titubear dijo: Luis, te pediría que para nuestra próxima reunión me trajeras por escrito un primer punto, uno de los que tú llamas “peldaños” porque forman parte de un camino ascendente, que nos lleve indefectiblemente a despertar y hacer cantar a ese poeta en el que tanto creemos.

—OK Luis, se oyó la voz del interlocutor, es un compromiso que asumo, será un primer punto o quizás dos si caben en las siete mil palabras que el editor nos dice que debe medir esta conversación. — Muy bien, respondió Luis Eduardo Primero, incorporándose lentamente y tomando con delicadeza y cierta parsimonia su gorra de tweed inglés. Nos vemos aquí en la siguiente página, donde inicia una segunda parte de nuestro diálogo, con la idea de dejar dicho algo más de lo que en estos años hemos sido capaces de discutir e imaginar.

Conocer nuestra lengua leyendo y escribiendo todos los días

Para ser un estudiante liberado y a su vez dejar surgir nuestras potencialidades creativas, se necesitan dos cosas: conocer tu lengua, es decir, conocer tu sistema lingüístico y sus reglas, y leer y escribir todos los días. Al decir “todos los días” no estamos haciendo una metáfora sino dando una fórmula a respetar, como quien entrena o practica (como lo hace un deportista o un pianista). Leer y escribir puede resumirse en solo “escribir” porque esta acción lleva implícita la lectura. Al precisar escribir, remitimos al estudiante a una acción concreta que implica un hábito y de ser posible, una sana adicción. Hacerlo sistemáticamente todos los días equivale al pianista que todos los días se ejercita haciendo escalas. Escribir pone en evidencia práctica lo que llevamos dentro, tanto lo vivido como lo que logramos conocer leyendo y memorizando, escuchando o experimentando. Sin embargo insistiremos en que la escritura está estrechamente vinculada a la lectura y en el hecho de que no será un escritor el que no sea lector. La lectura forja al ser humano desde la niñez, otorgando una base emocional que fija los parámetros sociales y vitales para la convivencia.

En ello radica la bondad de la literatura, y ese derecho se gana leyendo y escribiendo, que son las maneras más efectivas de aprender a escuchar, y de escucharnos a nosotros mismos. De allí que el primer paso vaya justamente en esa dirección, la de nosotros mismos, que se hace real en el género autobiográfico, al contar eso que nos pasa o “que me ha pasado”, un ejercicio de bondad ejemplar porque estaremos poniéndonos en juego a nosotros mismos, en esa conexión entre el texto y nuestra subjetividad (Larrosa, 2004).

Pensamos que los escritos que muestran un efecto liberador en el estudiante son los que lindan con la poesía, es decir, los que hacen uso de asociaciones inesperadas, en donde se dice una cosa por otra y esa otra toca la fibra interior del joven escritor o escritora, y del lector o lectora, afectando su subjetividad y permitiéndole reconocerse en las huellas que ha ido dejando durante su recorrido de vida. Decimos autobiografía porque todo lo que escribimos en su dimensión literaria terminará mostrándonos. En la siguiente sesión, la número dos hablaremos de la “capacidad de proyecto”, que en esta primera sesión se enfoca a la autobiografía (como proyecto). Al decir autobiografía queremos decir, más adecuadamente: “auto-ficción” que es un término mejor definido como género. No es que deliberadamente nos dispongamos a contar o a inventar nuestra vida, sino que al escribir siguiendo las ideas que la mente produce (incluso utilizando el recurrido método de “tormenta de ideas”), nos estaremos proyectando. No importan las evidencias empíricas, la documentación que respalde lo que realmente nos haya sucedido, salvo aquellas cuyo contenido poseyeran una clara presencia poética.

Podemos iniciar un texto a partir de una fotografía, por ejemplo, pero no por eso vamos a recomendar al escritor la búsqueda de fotografías u otros documentos. Dejamos a la imaginación la narrativa que terminará contando “un pasado” o “una niñez ideal”. La que nace del propio aspirante a escritor, al imaginar un mundo pasado en el que vivió o en el que le hubiera gustado vivir.

El novel escritor trabaja recurriendo a su imaginación que incluye sus fantasías, pero la materia prima que utiliza será la de sus recuerdos o sueños. Un ejercicio a probar es el de “dar permiso” a hacer tal cosa. Decir: tienes permiso de inventarte un pasado o imaginar una niñez que no viviste. El método permite que nos relates hechos que no sucedieron nunca, y al escribir esas vagas o subsumidas memorias, aflorará tu pasado con más fluidez y realismo que si hubieras buscado relatar algo “cierto”, algo real documentado con evidencias empíricas (innecesarias). El maestro que promueve la lectura y escritura en sus estudiantes inventa reglas de juego cuyo objetivo es disminuir la inseguridad, el miedo, la inhibición, la timidez, el temor a decepcionarse y a decepcionarnos y sufrir por causa de ese desencuentro o del encuentro con lo que temen. El estudiante puede decirse: —"Cuando llegue ese instante que no quiero sentir, que no puedo sentir, que aún no sé sentir, tengo permiso a cambiarlo por otro, puedo cambiarlo por mi propio sentimiento, ese que no temo porque no me amenaza… ¡y ya!". Así, de esta manera, al ir quitando las sombras que lo detenían ante la hoja en blanco, que envolvían y ocultaban sus recuerdos, es decir sus palabras, éstas emergen de la penumbra a la que habían sido condenados, y en el profundo interior de ese joven, de esa joven, surge así una nueva capacidad de aceptarse y verse a sí mismo, a sí misma.

Vernos a nosotros mismos, cobrar conciencia de nuestro ser, es tener capacidad de conocernos y en ese diálogo, lograr hablar en voz alta; algo similar a lo que él presenta con la idea de “hermenéutica del sí” (Primero, 2021, anexo 1). Escribir todos los días es una capacidad que deriva de la buena o mala relación que llevemos con nosotros mismos. No es un encuentro común. La poeta española Ana Merino[1] dice que los personajes de su libro El mapa de los afectos, con el que ganó el premio Nadal, “son buenos; porque yo creo en la bondad” (Merino, 2020). El progreso del mundo no depende de la inteligencia sino de otros valores, como la amistad y la bondad, que nos permiten empatizar, celebrar estar vivos; la empatía, la bondad, se aprenden y la literatura es el mejor instrumento para ello: “Nos da un respiro para observar y entender al otro; pero para entenderlo hay que escuchar y la literatura permite detenerte a escuchar, darte tiempo en soledad para entender unos personajes que expresan tramas humanas y ver cómo se resuelven…o no” (Merino, 2020). Leer y escribir es reflexionar, hay que hacerlo de forma armónica y concentrada. Escribir todos los días en el papel, equivale a escribir, por ejemplo, cada mañana y no a cualquier hora o de vez en cuando. Entrenar cada mañana nos lleva a dominar la destreza que buscamos poseer. El “permiso” que la autoridad moral, el maestro, concede, es útil para ejercer la libertad de manifestarse por escrito. Hay que escribir sin preocuparse por equivocaciones o por errores que se cometan en el intento. Nadie escribe en limpio. Lo que producimos son siempre borradores, en esos borradores como la aguja en el pajar, van apareciendo las gemas que ignorábamos poseer. Es cierto que existen escritores cuyos borradores ya no requieren corrección, pero aún ellos escriben borradores, textos “en sucio”.

Otro aspecto a considerar es quién es nuestro interlocutor. Esto se asocia con la epistemología comunicativa y/o dialógica de la nueva epistemología planteada por Luis Eduardo Primero, por lo que hay que preguntar: ¿A quién le estamos escribiendo? Consciente o inconscientemente, generalmente al escribir le hablamos a alguien ausente, otras veces a alguien que no se deja convencer, muchas veces a los que no nos quieren. Hay que tener cuidado con ese interlocutor, que no sea un opositor, un contrincante, que no sea un ente inhibidor que nos prohíbe, que nos quita el permiso que el maestro/a nos dio. Preguntémonos a quién le hablamos y procuremos alejarnos de los que no nos quieren. Mejor reconciliémonos con nosotros mismos y hablémonos desde la amistad. Es importante, aquí también, sentarse a escribir como quien se sienta a hablar en una mesa de café con su mejor amigo, tal como hicimos, y hacemos, con el otro Luis, el Primero.

Conviene tratar nuestros escritos como textos desechables de los que nos guardamos el último como recuerdo o bien para no perder el hilo. Es una recomendación parecida a la que le daba el poeta Gabriel Zaid (miembro del Consejo Administrativo de la Editorial Siglo XXI) a Don Arnaldo Orfila Reynal: “publiquemos libros que antes de ser coleccionables, sirvan como instrumentos de trabajo”. “No deifiquemos al libro” decía o implicaba Gabriel Zaid[2]. Si bien el libro es un objeto precioso, ayuda mucho deshacernos de ellos o reciclarlos para impedir que vayan invadiendo nuestros espacios hasta desplazarnos. Como persona mayor en años, recomiendo que tengamos una biblioteca limitada a cierto número de libros, y sólo compremos uno nuevo, cuando desechamos otro y abrimos el hueco de reemplazo. Recomiendo que vayamos heredando y vaciando cíclicamente nuestra biblioteca, regalando nuestros libros para que otros los lean. Otro consejo importante es aprender a utilizar las bibliotecas públicas y otra más radical aún, es que nos hagamos amigos de la hoja en blanco y escribamos nuestros propios libros. Que lo hagamos en un principio sin preocuparnos por las reglas, por los formatos, los protocolos, y luego revisemos y veamos quién tuvo razón, si nosotros o el modelo a seguir, o el libro de gramática. Produzcamos textos como la tormenta tropical produce lluvia que cae y se bifurca en multitud de riachos, huellas del súbito diluvio que se escurre por las zanjas y corre por las acequias. Escribamos para la trituradora de papel y no para el encuadernador. Seamos humildes, y a la vez piadosos con nosotros mismos, la tinta y el papel.

—Hagamos un alto en este primer peldaño, para prepararnos para el que viene: hasta aquí hemos llegado, ir mas allá es cuestión de ánimo. Salgamos a pasear, subamos escaleras, es un placer subir una escalera, tanto como recorrer nuestros jardines verbales, nuestros horizontes, los conocidos y los desconocidos; recordemos que las reflexiones del maestro no son guía, son compañía. Dejemos que nos invada la nostalgia por aquellos jardines de la niñez, regresemos a visitarlos. Evocar la equilibrada curiosidad que vivimos durante tantos días inmovilizados en (j)aulas, tantos días de lecciones impartidas y recibidas bajo el pupitre, de recortados recreos en patios de escuelas donde el tiempo se mide con timbrazos, teniendo al asta bandera como callado testigo. Mejor pongámonos en movimiento en el tiempo detenido. Mejor detengamos la sesión virtual, apaguemos la luminosa pantalla. Mejor sigamos aprendiendo juntos leyendo y escribiendo.

Sobre la capacidad de proyecto

El segundo peldaño que puse a la atención de Luis Eduardo Primero, partía de la idea de que todo proyecto no es otra cosa que un plan que hacemos para cumplir o lograr ciertos objetivos, o para disfrutar de su proceso, aunque no sepamos a ciencia cierta a dónde nos llevará. Como arquitecto, me enseñaron a diseñar, por ejemplo, a diseñar una casa. El diseño, aunque este vocablo parece negarlo, no es sólo cuestión de dibujos e imágenes, sino de historias y relatos. Es posible describir una casa como si se tratara de un cuento. El cliente que nos contrata para que le diseñemos una casa, lo hace porque cree que él o ella no pueden construirla. Esto es una mentira. Todo ser que aspira a una morada, tiene dentro suyo una o muchas imágenes de dicha morada, se la imagina. El verdadero papel del arquitecto es lograr leer la mente de su cliente para garantizar que la casa que le diseñe, sea la que sueña y lo haga feliz. Eso obliga a diálogos, a hablar del tema casa. Poco a poco se va delineando una historia, habitaciones y espacios que esa persona vivió en su pasado y que fueron construyendo su casa interior. Antes de trazar la primera línea de los planos, se ha ido construyendo un cuento que relata dicha futura casa. Esta tesis le agradó a Primero de manera especial, y me dijo que la nueva epistemología, también era una gnoseología, una manera de interpretar cómo conocemos.

Contar cuentos, narrar, relatar historias, es la modalidad más antigua del pensamiento humano. Se trata de un impulso que nos lleva a compartir con otros determinados acontecimientos y de paso, también hacerlo con nosotros mismos. Muchas veces contamos algo para entender que pasó, porque al ir contando reconstruimos aquellos significados en los que nuestras experiencias adquieren sentido. Al aplicarlo estamos ejerciendo una forma autodidacta de aprender, nos hacemos preguntas y nos las contestamos para dilucidar determinada preocupación o duda. Una técnica de investigación que ha comprobado que puede cambiar la forma de ser de las personas es la que Jane Clandinin (2019) llama “narrative inquiry”. Produce cambios que poseen un profundo significado ético en la forma en que nos relacionamos y nos comprendemos así como en la toma de posición que asumimos. En esta idea, vuelve a aparecer la tesis de la hermenéutica del sí.

Los cuentos, también conocidos como narrativas, han sido básicos para el desarrollo de la inteligencia y la memoria humanas. William Calvin, científico del conocimiento, explica nuestra capacidad de diseñar y planear, como producto de las historias o los cuentos que nos contaban o leían en nuestra niñez. Según este autor, es a través de los cuentos que el niño aprende a “imaginar" un curso de acción, el efecto de un acontecimiento sobre otro, y decidir qué hacer o no hacer" (Calvin, 1994). Lo que nos interesa dejar claro como punto de partida es que la capacidad de diseñar o planear una casa, y la capacidad de contar una historia, están fundamentalmente relacionadas. Esto tiene implicaciones tanto para los que estudian filosofía y letras, como para los que estudian cualquier otra carrera, ingenierías, química, diseño, planeación, y lo ejercen. En particular para los que quieren fortalecer su “capacidad de proyecto”. Recordemos que la vida cobra sentido cuando la guía un proyecto (o más de uno) y nuestra acción nos lleva más lejos cuando está planeada. Una vida sin proyecto, como una institución sin proyecto, estará librada a la inercia de las cosas, a seguir un derrotero guiado por la fuerza de gravedad, por las circunstancias, sin destino claro, lo que, en la vida tanto de una persona como de una institución, puede ser muy grave. En esto también coincido por Luis Eduardo Primero, que tiene varios libros escritos sobre ética; y en algún lado escribió acera de “el diseño de una vida”.

La “teoría de la narrativa” es un tema especializado y, por tanto, complejo. Sin embargo algo nos queda cuando recorremos esos laberintos de ideas y conceptos que nos brindan los que la explican. Una forma simplista de explicarlo es (recurriendo a Donald Schön[3]), que nuestros proyectos (narrativas o historias) serán producto de nuestro Marco Teórico Personal (MTP). Es bueno entender que cada maestro o maestra (como cada individuo, aunque no sea maestro) tiene su propio MTP que no coincide con ningún otro, porque su elaboración es similar a la de una huella digital. Sin embargo, es común que se tienda a creer que nuestro marco teórico es universal, que es el mismo que tienen todos… que lo poco que hemos leído es lo mismo que han leído otros, y es además, lo que deberían leer todos, y en especial, nuestros alumnos. Sin embargo, en cada “bibliografía” (esta palabra va entrecomillada para señalar la arbitrariedad de creer que lo que sabemos lo hemos aprendido exclusivamente a través de lecturas) soslayamos la infinidad de fuentes que hacen nuestro marco teórico personal, y nos centramos en el libro como objeto único de conocimiento. A todas vistas una actitud sesgada, injusta y extemporánea que ignora las formas actuales de consumo cultural. El marco teórico personal, no es más que el mínimo resultado parcial del azaroso camino singular que cada individuo recorrió para llegar a pensar como piensa. Habiendo aclarado esto, no veo obstáculos para recomendar algunos autores favoritos de mi personal MTP. La construcción del MTP es una aventura autobiográfica emocionante y única, producto de lo inabarcable del conocimiento que se bifurca por múltiples caminos, todos ellos inalcanzables. Es el germen de nuestra “capacidad de proyecto”. En este momento creo importante recordar que Luis Primero, como filósofo, también ha tratado mucho el asunto de la antropología filosófica, y su derivado, la teoría de la personalidad.

Interrupción respetando longitudes: otra vez en la mesa del café Pensar arte / Sentir arte

Sentados una vez más frente a frente, los dos Luises, dando un nuevo salto literario, nos volvemos a encontrar. Sorteando la espiral del vapor que emana de las tazas de café, Luis Eduardo Primero muestra en una carpeta los dos peldaños que ya trazamos en el papel. Con una sonrisa optimista le hago la pregunta sin pronunciar palabra, utilizando un puro lenguaje corporal. ¿Qué opinas de estos primeros puntos? Luis me sonríe, asiente y dice:

—Ha sido necesario ceñirnos a una medida, por lo que tomo estos dos peldaños como un inicio apenas. Seguiremos. Mientras tanto, el borrador que me enviaste me llevó a preguntarme a mí mismo: ¿Qué trato le doy a mis alumnos, a los estudiantes que conforman los grupos que atiendo, qué trato le doy a mis colegas? Y en ellos incluyo a quienes viven cerca de mí, incluyendo a mi familia. De allí paso a preguntarme cómo aseguro mi subsistencia económica presente y futura; esto es: cuál es el cuidado que doy a mi economía, mi seguridad y bienestar. Y en ese instante me pregunto por mi recreación y mi búsqueda de belleza, es decir, de poesía. Tu escrito me lleva a resaltar el factor de lo que concibo como la “estética vital, que es una realidad mayor que la estética artística, es decir, la belleza contextual” (Primero y Beuchot, 2015, p. 56). Disculpa que me cite a mí mismo, pero ya hace tiempo me refería a esa estética que es externa a mí, útil para después regresar a mi interior, a preguntarme por la dimensión artística que forma parte de mi ser. A eso me llevan esas seis lecciones, esos seis pasos, a hacer una retrospectiva de mi vida, preguntándome de dónde vengo, para regresar al presente fortalecido y con mayor claridad sobre mi sentido, mi orientación hacia el futuro, mi sensibilidad artística. Es un ciclo, introspección, retrospección, prospección. Es el itinerario por el que me llevan tus lecciones, en el eje de la estética vital. Sin embargo, Luis Porter, la estética se realiza en las condiciones de cada quien, y sus espacios vitales.

“El arte no es una forma de expresión, sino una forma de pensar” le contesto, citando al artista conceptual uruguayo, Luis Camnitzer (2017), con quien durante años sosteníamos este tipo de conversaciones. Pensar/sentir bien, equivale a “pensar arte” que es decir, pensar como artista, asumirnos poetas desde una mirada-pensamiento sensible, en el que la creatividad se despliega gracias a la capacidad de conceptualizar y problematizar cualquier situación en términos de arte. Recordando siempre que en ese "pensar" también está presente el "sentir". La dicotomía entre racionalidad y sensibilidad, mente y cuerpo, objeto y sujeto, acción y pensamiento la heredamos en el lenguaje. Platón fue uno de los que contribuyeron a este dualismo. Lo vivimos en una educación superior que se empeñó siempre por separar cuerpo y mente, dándole prioridad al agente cognitivo y marginando e ignorando al cuerpo, que al darle presencia y movimiento nos aporta con su herencia cultural de siglos.

—Estamos coordinados, Luis, me dice Luis. “Pensar bien es convocar a una buena filosofía profesional que ha de ser sistemática, organizada, armónica, lo que incluye su belleza, su estética, y de influencia directa e inmediata en nuestras formas de vivir. Este rasgo le da un sentido pragmático, en tanto se debería dinamizar por el impulso y deseo del buen vivir”. (Primero, 2021, p. 5) Otra vez me estoy citando a mí mismo, es que son cosas sobre las que ya he meditado.

— Claro, ya lo he leído y discutido contigo y con Beuchot, en su momento. Las concepciones primitivas de lo esencial son realistas, artísticas e intuitivas si consideramos el pasado mexicano con sus códices, sus glifos, y sus múltiples lenguajes que hasta hoy prevalecen, mientras que las concepciones más elaboradas intelectualmente, más cercanas a las modas de hoy, las importadas, las que devienen de la globalización, son geométricas, con una forma de impostura científica y por ende abstractas. La forma prevaleciente de conocer encuentra su lugar en el reposo, en las formas o en las ideas puras. Lo accidental y cambiante se ve como exteriorizaciones imperfectas de las ideas. Mientras la alta civilización “piensa” y sistematiza conscientemente sus ideas por medio de signos abstractos (símbolos), los primitivos “bailan” y “cantan” sus ideas, que viven en las capas básicas de su conciencia. Mientras los estudios superiores se engalanan con métodos, procedimientos y técnicas distribuidos en el currículo, los estudiantes recurren a su bagaje de escasos recursos en donde los esperan sus grandes tesoros. La diferencia entre ambos abordajes a la realidad se observa en sus expresiones artísticas y en la estructura interior que las ordena. Estas diferencias de concepción creemos que pueden servirnos en nuestro intento de relacionar a la nueva educación con la poesía, que es decir con la vida y el amor.

El resto de la reunión continuó en paz y en una cordial y espontánea armonía. Nos encontrábamos sintetizando en siete mil palabras, un diálogo continuo que rebasaba de lejos esa cifra. La mesa de la amistad nos volvía a dejar con un sentimiento de satisfacción y hallazgo, de esperanza en continuar, en completar esa escalera apenas esbozada. Esta vez nos tropezábamos con algo nuevo, la importancia de incorporar a nuestras reflexiones sesudas y lógicas, la dimensión poética, la espontaneidad y sorpresa que formaba parte de nuestro bagaje humano, la maravilla inexplicable de reconocer la sensibilidad poética que por el mero hecho de ser seres sensibles y pensantes, forma parte de nosotros; y por tanto, de esa mesa de café en el que una vez más sellábamos nuestra reflexiva amistad.

Bibliografía

Calvin, W. (1994). The Emergence of Intelligence. Scientific American, (10), 101-107. Disponible en: http://williamcalvin.com/1990s/1994SciAmerCALVIN.pdf

Camnitzer, L. (29 enero, 2017). Entrevista con Guillermo Busutil, El País. Disponible en: https://elpais.com/cultura/2017/01/29/actualidad/1485709630_980139.html

Clandinin, D. J. (2019). Journeys in Narrative Inquiry. London: Routledge.

Larrosa, J. (2004). La experiencia de la lectura: estudios sobre literatura y formación. 3ª ed. amp. México: Fondo de Cultura Económica.

Merino, A. (1 agosto, 2020). Entrevista con Carles Geli, El País. Disponible en: https://elpais.com/cultura/2020/01/07/actualidad/1578407226_917533.html

Primero, L. E. (2019). La UPN es más importante que PEMEX. México: Torres Asociados.

Primero, L. E. y Beuchot, M. (2015) La filosofía de la educación en clave postcolonial. Neuquén, Argentina: Círculo Hermenéutico. Disponible en: https://spine.upnvirtual.edu.mx/wp-content/uploads/2022/04/Filosofia-de-la-educacion-en-clave-potcolonial.pdf

Primero, L. E. (2021). La filosofía analógica de lo cotidiano, Analogía Filosófica, 35(2), 3-25. Disponible en: https://spine.upnvirtual.edu.mx/?smd_process_download=1&download_id=621

Weinberg, L. (19 octubre, 2010). Entrevista [video]. 12’ 55” Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=OtSsXxCobqc

Weinberg, L. (2012). El ensayo como espacio de amistad intelectual, Temas de nuestra América (número especial), 53-59. Disponible en: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna/article/view/4231/4075

Notas

[1] Esta autora, de la Universidad de Iowa, ganó en 2020 el premio Nadal de literatura, que es para obras inéditas. Es el reconocimiento literario más antiguo de España.
[2] Declaración hecha en la reunión del Consejo Administrativo de la Editorial Siglo XXI el 21 de julio de 1972, en la que estuve presente como parte del Consejo.
[3] Esta aseveración procede del curso "La importancia de la metáfora en el diseño" que se impartió en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) en febrero de 1981, junto con Jeanne Bamberger. del que fui alumno. La idea se encuentra en los apuntes del curso no publicados, en mi posesión. El curso tenía como eje las formas en que construimos y percibimos nuestro Marco Teórico Personal.


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