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CONOCIMIENTO E INTERPRETACIÓN: LA NUEVA EPISTEMOLOGÍA ANALÓGICA
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 7, núm. 16, Esp., pp. 4-11, 2022
Red Construyendo Paz Latinoamericana

Artículos

©Revista CoPaLa, Construyendo Paz Latinoamericana

Recepción: 05 Junio 2022

Aprobación: 01 Septiembre 2022

DOI: https://doi.org/10.35600/25008870.2022.16.0258

Resumen: Objetivo: Perfilar los rasgos de la nueva epistemología analógica. Metodología: Análisis teórico-conceptual. Resultados: La nueva epistemología surge de la hermenéutica analógica. Así, conjunta extremos y aun opuestos; se coloca entre la univocidad y la equivocidad, sacando lo mejor de cada una; reduce la dicotomía entre la teoría y la praxis, así como entre la razón y la emoción, enriqueciendo el conocimiento con perspectivas de ambos opuestos; abre el abanico de las interpretaciones, para enriquecer la interpretación, hacerla más fina y adecuada, más comprensiva y explicativa, pero sin renunciar a la verdad o la objetividad, que será equilibrada y situada, como es propio del analogismo. Conclusión: Entre el univocismo de los positivismos y el equivocismo de los posmodernismos, surge una salida: la epistemología analógica, que es mediadora entre esos extremos y ayuda dinamizar la actividad filosófica de América Latina con un pensamiento poscolonial analógico.

Palabras clave: Analogía, Epistemología, Filosofía, Hermenéutica, Latinoamérica.

Abstract: Objective: To outline the features of the new analogical epistemology. Methodology: Theoretical-conceptual analysis. Results: The new epistemology arises from analogical hermeneutics. Thus, it combines extremes and even opposites; stands between univocity and equivocity, getting the best out of each one; it reduces the dichotomy between theory and praxis, as well as between reason and emotion, enriching knowledge with perspectives from both opposites; opens the range of interpretations, to enrich the interpretation, make it finer and more adequate, more comprehensive and explanatory, but without giving up truth or objectivity, which will be balanced and situated, as is typical of analogism. Conclusion: Between the univocism of positivism and the equivocism of postmodernism, a way out emerges: analogical epistemology, which is a mediator between these extremes and helps to dynamize the philosophical activity of Latin America with an analogical postcolonial thought.

Keywords: Analogy, Epistemology, Hermeneutics, Latin America, Philosophy.

Introducción

En este trabajo me gustaría abordar los rasgos principales de la nueva epistemología analógica, propuesta filosófica iberoamericana que he construido y desarrollado junto con mi amigo Luis Eduardo Primero Rivas (2012/2022; Beuchot y Rivas, 2015). A él le dedico este estudio, como un homenaje intelectual.

La nueva epistemología analógica desea servir de instrumento para el conocimiento; pero, asimismo, para descolonizar el saber de nosotros mismos. En efecto, podemos llegar a comprender nuestra identidad, nuestro filosofar propio. Necesitamos conocernos a nosotros mismos y, también, conocer desde nosotros lo demás. Con un realismo que nos permita avanzar en nuestras vidas individuales y sociales. Es lo que se necesita en nuestra filosofía iberoamericana. No se trata de rechazar la filosofía de otros ámbitos, sino de aprovecharla para nuestro trabajo de autoconocimiento. Es una labor de interpretación, principalmente. Por eso podemos hablar de una hermenéutica analógica que nos conduce a un poscolonialismo analógico, dentro de una nueva epistemología analógica.

Algo que se nota en la epistemología de nuestros países iberoamericanos es el empeño de conjuntar razón e imaginación, así como razón y sentimiento, concepto y afecto. Y eso se puede lograr muy bien con un pensamiento analógico, ya que el concepto de la analogía ayuda a superar las dicotomías, a reducirlas lo más posible, en una especie de síntesis dialéctica. También ayuda a disminuir la separación que se ha dado entre la teoría y la práctica, para que se acerquen y nos reditúen más en un conocimiento de tipo prudencial, que tanto necesitamos.

Epistemología de la analogía

Con el fin de exponer la nueva epistemología, que es analógica, a continuación intentaré abordar algunos de los problemas de teoría del conocimiento que brotan de un pensar basado en el concepto de la analogía y que es, además, hermenéutico; así podré presentar, al mismo tiempo, los elementos principales de esta nueva epistemología analógica a partir de una hermenéutica analógica (Beuchot, 2011, 2020).

Veamos primero qué es la epistemología en sí misma. Se ha considerado a esta rama de la filosofía, por una parte, como teoría general del conocimiento, es decir, como crítica, o gnoseología, o epistemología general; y también como teoría específica del conocimiento científico, es decir, como epistemología especial o filosofía de la ciencia; frecuentemente se unen los dos lados o las dos perspectivas en una sola, de modo que la epistemología comience abordando problemas del conocimiento en bloque y, por último, problemas propios del conocimiento científico. De esta última forma, abarcando los dos aspectos, entenderé aquí la epistemología. Trataremos del conocimiento que se da en la hermenéutica, concretamente en la hermenéutica analógica, y veremos cómo se aplica a las humanidades; así, pues, sólo la veré aquí como epistemología de las ciencias sociales, ya que en ellas es donde más se aplica la hermenéutica. Por eso tomaré en consideración los temas epistemológicos de una hermenéutica analógica.

Comencemos por el género de ésta: la hermenéutica. Ella es la disciplina de la interpretación de textos. Al principio fue una técnica o arte de exégesis, y ha llegado a ser, con Heidegger, un existenciario o modo de existir del ser humano (Grondin, 2008). Ahora es rama de la filosofía, e incluso se habla de toda una filosofía hermenéutica, como la de Dilthey y Gadamer. En cualquier caso, sigue siendo la actividad interpretativa, que lleva a la comprensión del sentido del texto, y texto pueden ser muchas cosas; así la tomaré en estas páginas.

Hablo de una hermenéutica analógica porque veo que la hermenéutica de hoy en día está desgarrada, por estar distendida hacia hermenéuticas unívocas, que pretenden una interpretación clara y distinta, completamente exacta y rigurosa, de los textos, y hacia hermenéuticas equívocas, que se diluyen en interpretaciones oscuras y confusas, vagas y ambiguas, de los mismos. Si la univocidad es un ideal muy pocas veces alcanzable, la equivocidad es una derrota que conduce a muy poco, las más de las veces a nada.

Por eso he pensado en una hermenéutica analógica, pues la analogía está en medio de la univocidad y la equivocidad, y aprovecha las ventajas de cada una de ellas (Beuchot, 2019). De la univocidad aprende el ideal de exactitud, pero es consciente de su dificultad; y de la equivocidad aprende la apertura, pero sabe que no se debe exagerar, que es imposible alcanzar la completa diferencia, y que, en todo caso, hay que evitar esa disolución tan extrema.

Todo ello plantea, para la hermenéutica analógica, problemas epistemológicos. Por ejemplo, el de cómo llega a la exactitud en la interpretación, cosa que no debe abandonar; y, con la apertura que pretende, qué tipo de verdad le corresponde, esto es, qué clase de objetividad y de certeza. Asimismo, examina de qué mecanismos o dinamismos cognoscitivos dispone para alcanzar esas metas, y otros problemas por el estilo. Además, ya que la hermenéutica se aplica sobre todo a las ciencias sociales o humanidades, nos toca mostrar qué ventajas proporciona en ese campo.

La desembocadura de nuestro esfuerzo es un realismo analógico, en el que no solamente nos interesa el papel de la inteligencia y la razón en el conocimiento, lo cual sería demasiado unívoco, sino cómo integra la imaginación o fantasía y los sentimientos, pero sin darles un lugar excesivo, pues eso sería demasiado equívoco (Beuchot y Jerez, 2014). El realismo al que he aludido trata de conjuntar, de alguna manera dialécticamente, como coincidencia de los opuestos, la inteligencia/razón y la fantasía/sentimientos; ya que la razón es lo que nos ata a la referencia, pero la fantasía y los sentimientos son los que nos abren al sentido.

Esto hará que cumplamos el deber epistemológico que tenemos para con la hermenéutica analógica, de perfilar ─al menos incipientemente─ sus alcances y límites, sus dificultades cognoscitivas; para evitar, de manera especial, el escepticismo actual, que se presenta en forma de subjetivismo y, principalmente, de relativismo. Me refiero al relativismo en la interpretación, a la postura que pretende que no hay ningún criterio cierto o confiable para decidir entre una interpretación y otra, para argumentar a favor de una o de otra, y que solamente hunde a la hermenéutica en el mar tormentoso de las interpretaciones que dan lo mismo y la hace naufragar. De hecho la hunde en el vacío.

La potencialidad y vigencia de la hermenéutica analógica reside en que es suficiente para aportar un grano de arena a la renovación de la hermenéutica y de la filosofía de nuestro tiempo. Mantiene la objetividad y la verdad, basada en las virtudes epistémicas, como la parsimonia en la experimentación, el lanzamiento de buenas hipótesis y la seriedad en la argumentación (Sosa, 1992).

Esto tiene aplicación sobre todo en algunos ámbitos de las ciencias humanas o sociales, esto es, de las humanidades. Por eso me he referido a ellas, porque tienen como metodología propia la hermenéutica, según declarara Dilthey, quien dijo que es el método de las ciencias del espíritu, a diferencia de las ciencias de la naturaleza. Eso nos señala el ámbito que nos corresponde, y en el que, además de ser fructífera la hermenéutica, lo será una cuya fábrica esté delineada a través del concepto de analogía, a saber, una hermenéutica analógica. Y con ello desembocamos, no sólo en un realismo analógico, sino en toda una epistemología analógica. Es la nueva epistemología.

Del conocimiento analógico de las cosas

En buena medida, todo nuestro conocimiento de las cosas es analógico (Hofstadter y Sander, 2013). Pues en su mayor parte se resisten a la univocidad, no son claras ni distintas. Ya los presocráticos tuvieron la impresión de una equivocidad en los seres, que Platón y Aristóteles vinieron a restringir y dominar, postulando un conocimiento analógico. Y es el que venimos trabajando hasta el día de hoy.

Los medievales insistieron en esto. Decían que no solamente el conocimiento de Dios se da por analogía, sino también el de las cosas humanas. Los renacentistas lo revivieron en el hermetismo, junto con las ciencias que nacían. Los barrocos profundizaron en ello y usaron el claroscuro no solamente en la pintura, sino también en la filosofía. Esto resurgió con los románticos, que no negaron los enigmas y misterios que dejaba la razón, a pesar de Hegel. Los simbolistas hablaron de las correspondencias o relaciones ocultas de las cosas, debidas a la simpatía universal, a una analogía cósmica. Y si Foucault decía que el encontrar analogías era el saber antes de la modernidad (Foucault, 1998), ahora se está recuperando. Se vuelve a buscar la correspondencia entre los entes, un tanto gracias al propio Foucault, que habló de las signaturas de las cosas y de ciertas relaciones no aparentes entre ellas; pero también es lo que ha señalado un seguidor suyo: Giorgio Agamben (2009).

Aristóteles habló de que los principales conceptos de la filosofía se decían de muchas maneras; es decir, en forma analógica. Fue lo que comprendió Brentano, quien hizo su famosa tesis doctoral sobre la analogía aristotélica, sobre el múltiple significado de la palabra “ser”. Heidegger dijo, en una página autobiográfica, que el primer libro de filosofía que leyó fue esa tesis de Brentano, y que lo impresionó tanto que toda su vida se debatió con el problema que se trataba allí; que había sido la causa de Ser y tiempo, y que aun después siguió a vueltas con él.

También los poetas se han dado cuenta de la necesidad del recurso a la analogía, al conocimiento y a la expresión analógicos. Y han sido los poetas los que más han alimentado a la filosofía. No solamente por los contenidos que le proporcionan, sino por algunos métodos, como el metafórico, que es analógico. Ellos se han dado cuenta de que muchas veces alcanzamos el misterio de una manera indirecta, transversal. Nos lo hace el símbolo, que es un implemento sumamente analógico.

La misma filosofía reciente se empeña en no separar tanto la razón de la emoción, la inteligencia de la fantasía, la abstracción de la experiencia, la teoría de la praxis. Es algo que vio claramente Nietzsche, como lo ha mostrado Jesús Conill, pues el filósofo alemán veía al hombre como animal fantástico, o fantasioso, es decir, como dotado de imaginación o fantasía, más que de razón –seguramente contra Aristóteles– (Conill, 1991). Hemos separado demasiado la razón de los sentidos y de los sentimientos. Y hay que volverlos a conectar, so pena de seguir en las disquisiciones muy razonables, pero demasiado abstractas y que no dicen mucho al ser humano, como las de los positivismos, o muy emocionales, pero sin consistencia lógica, como muchas de los posmodernismos.

Se ha señalado que tanto en la tradición española (Unamuno, Ortega, Zubiri, Zambrano) como en la mexicana (Vasconcelos, Caso, Ramos, Xirau) se ha querido unir la inteligencia y el sentimiento. Es algo propio del pensamiento iberoamericano. Pero tiene que hacerse con seriedad, sin privilegiar demasiado a ninguno de los dos componentes. Razón vital, inteligencia sentiente, razón poética, son nombres que se le han dado, hasta llegar a la razón cordial, como la ha llamado Adela Cortina.

Un realismo analógico podrá conjuntar esos aspectos, pues es incluyente y aglutinante. No es sencillo de obtener, pero tenemos que poner en ello nuestro esfuerzo. Trato de evitar el realismo unívoco de la modernidad, ese realismo científico que ha sufrido tantos cambios, que es difícil de reconocer; pero también un imposible realismo equívoco, que consiste en el relativismo tan acerbo que nos ha dado la posmodernidad, con sus epistemologías débiles. Con ello se logrará una nueva epistemología, mas, para ello, veamos antes qué cosa puede ser una racionalidad analógica, un pensamiento analógico, que es el que la sustentará.

La nueva epistemología: hacia una racionalidad analógica

Hemos comenzado con una hermenéutica analógica, pero el concepto de la analogía puede alcanzarnos hasta lograr una racionalidad analógica, la cual tiene un cierto carácter dialéctico (Beuchot, 2019). Es lo que necesitamos en la filosofía actual, tan falta de equilibrio proporcional, pues todo se nos va a los extremos: univocismo en la filosofía analítica, de corte positivista lógico, y equivocismo en la filosofía posmoderna, que propicia un relativismo extremo. Necesitamos un analogismo de la razón, que nos haga evitar el racionalismo pretencioso e inalcanzable, así como el relativismo excesivo y destructor, que lleva al escepticismo. Será una postura intermedia, con la seriedad hacia la que tiende lo unívoco y la apertura que desea lo equívoco, pero con el equilibrio entre ambos extremos, en lo cual consiste lo analógico.

Esto nos dará un realismo, analógico también, el cual se reflejará tanto en la epistemología como en la ontología. En la epistemología, evitando el “realismo científico”, confiado e ingenuo, que es el de los positivismos, y también evitando el “relativismo nihilista”, cargado de escepticismo, que es el de los posmodernismos; y nos dará un realismo no ingenuo, sino crítico, pero también abierto a la creatividad y la imaginación. En el campo de la ontología, nos dará un mapa de la realidad, ciertamente no exhaustivo, pero sí suficiente, para manejarnos en el mundo, principalmente con nuestra razón práctica, con la phrónesis.

Por lo demás, en estos tiempos el pensamiento posmoderno está de salida; los discípulos de los grandes posmodernos están separándose de sus maestros, cansados ya de tanta ambigüedad y dispersión. Se presenta una nueva corriente filosófica, la del “nuevo realismo”, con exponentes como Maurizio Ferraris, Markus Gabriel, Quentin Meillassoux, Graham Harman y otros. Pero sigue vigente el peligro de que se retorne al realismo unívoco de la modernidad cientificista, o que se vaya al realismo equívoco de la posmodernidad relativista; hace falta un realismo analógico, el cual ya forma parte de esa vertiente del “nuevo realismo”, y así lo ha reconocido Ferraris, que lo incluye como una parte de ese movimiento. Explica: “El Décimo Coloquio de Hermenéutica Analógica llevado a cabo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) del 14 al 16 de octubre de 2014 se llamó ‘Una nueva hermenéutica para un nuevo realismo’” (Ferraris, 2016, p. 66). Inclusive, más allá de la ontología, se busca la recuperación de la metafísica, por ejemplo gracias a los trabajos de Jean Grondin, uno de los hermeneutas más prestigiados.

Se trata, pues, de usar el concepto de analogía para el bien del pensamiento filosófico. Ya se nota un cansancio de los dos polos extremos, del univocismo y el equivocismo. Hace falta encontrar una salida a ese impasse que ha empantanado la discusión y la investigación en la filosofía actual.

Sobre todo se necesita el analogismo para la filosofía iberoamericana, ya que ella se ha caracterizado por buscar la integración de lo teórico y lo práctico, de la razón y la emoción, de la justicia y la paz. Una filosofía analógica es la que podemos ofrecer al mundo, y es la que ha estado presente en nuestras tierras, desde los pueblos indígenas (Netzahualcóyotl) hasta la actualidad (Octavio Paz).

Conseguir un nuevo realismo analógico

Ahora señalaré lo que logra una nueva epistemología analógica, a saber: un realismo analógico, aceptado como parte de ese movimiento que he descrito, del nuevo realismo. Es algo que llega cuando se acaba la filosofía posmoderna, por lo que pertenece a la filosofía actual. Se trata de la epistemología, esa rama de la filosofía tan necesaria y, a la vez, tan necesitada de replanteamientos. Es la propuesta de una nueva epistemología, precisamente una que está encabalgada en la mencionada hermenéutica analógica, y que encuentra un excelente resumen en un libro de Ulises Cedillo y Diana Romero (2017).

Esta propuesta ha sido vista como un acontecimiento positivo y que nos abre a perspectivas prometedoras. La nueva epistemología es la teoría del conocimiento que brota de la hermenéutica analógica, y que lleva a una racionalidad basada en la analogía, es decir, evita la cerrazón del univocismo positivista, pero también la desmesurada apertura del equivocismo posmodernista.

La propuesta se inicia después de un repaso cuidadoso de la teoría del conocimiento en el pasado y el presente, ya que dependemos de la historia para avanzar en la elaboración de la filosofía y, por lo mismo, de la epistemología, que ha sufrido varios cambios en el proceso.

Esto nos sitúa en el tema de los paradigmas científicos, el cual es necesario abordar, ya que ahora, después de Thomas Kuhn, no se ve la ciencia tanto como un conglomerado de teorías, sino como movida por paradigmas, o modelos de hacer ciencia. Y también de hacer filosofía, por lo que la nueva epistemología aspira a constituirse como paradigma filosófico.

He aludido a los cambios que la epistemología ha recibido en su proceso histórico. Pues bien, los más recientes se sitúan en el siglo XX, de manera que atender a ellos nos hace conscientes de qué es lo que se necesita para que en el siglo XXI sea más fructífera. Allí se coloca, pues, la nueva epistemología, que es ya todo un movimiento, el cual se esfuerza por volver a levantar un realismo consistente, al lado de otros esfuerzos, como el del nuevo realismo, desarrollado de maneras diferentes por Maurizio Ferraris, Markus Gabriel, Quentin Meillassoux y otros. La nueva epistemología trata de sostener un realismo analógico, que construyo junto con José Luis Jerez (Beuchot y Jerez, 2013).

Además, se trata de una epistemología del Sur, la cual se presenta como una propuesta poscolonial, ya que trata de plantearse por sí misma, atendiendo a la idiosincrasia de Iberoamérica, aunque siempre en diálogo con las demás latitudes. Se ve como un realismo analógico con una multi-integración de lo real, es decir, una aportación que atiende al multiculturalismo y a la otredad.

Eso nos podrá capacitar para lograr la integración del saber científico, hasta llegar a una ciencia unificada, aunque no a la manera en que quiso hacerlo el positivismo lógico, sino con una intención ecológica o, con otro nombre, holística, Y que sea de interés para las tecnociencias.

También se dará un avance en el camino hacia una metodología de la investigación científica asociada a la nueva epistemología. Esto es muy necesario, pues es en la práctica donde se prueba la teoría, y la mejor manera de ver si sirve esa nueva propuesta epistemológica es aplicándola a campos concretos, como el de la investigación científica.

De esta manera, los planteamientos que surgen de la nueva epistemología se muestran relevantes, porque sin duda ayudará a replantear nuestra filosofía iberoamericana, a mejorarla y sacarla del atolladero en el que a veces da la impresión de que se encuentra empantanada, para abrir el camino hacia ámbitos mejores.

Un pensamiento poscolonial

Para sacar de ese atolladero a la filosofía iberoamericana, conviene que hagamos una filosofía poscolonial moderada, un poscolonialismo analógico, ya que a veces encontramos posturas demasiado rígidas y duras, es decir, poscolonialismos unívocos, que pretenden romper completamente con el pensamiento europeo y estadounidense, sin pensar que podemos usarlo, en un registro nuevo y diferente, para filosofar en Nuestra América y a favor de los pueblos iberoamericanos.

La hermenéutica analógica ya se ha usado para hacer filosofía poscolonial, y ha dado buenos resultados, pues no lleva a una confrontación violenta con el pensamiento europeo y estadounidense, sino que aprovecha filosofemas suyos, para adaptarlos a nuestros contextos (Primero, 2019). Metodologías tales como la hermenéutica, la fenomenología y la analítica, pueden ser adoptadas para hacer filosofía nuestra.

La hermenéutica analógica se puede aplicar para descolonizar los derechos humanos, como se hace al ponerlos en un ámbito intercultural; con ello se les quita su carácter únicamente europeo u occidental, para reconocer que se dan en otras culturas, que los tienen, aun sea con otros nombres (Pannikar, 1982; Primero, 2021). Sin embargo, son equivalentes o, si se prefiere, análogos. Por lo menos.

De hecho, la filosofía poscolonial es, de alguna manera, continuación de la filosofía de la liberación. Es un liberarse de la imposición colonialista del pensamiento. Pero se puede usar cualquier pensamiento que provenga de otras latitudes, con la única condición de descolonizarlo, es decir, de quitarle esa pretendida neutralidad teoricista y aplicarlo de manera conveniente a los problemas concretos y prácticos de nuestras latitudes. De esa manera se hará un doble provecho a la filosofía iberoamericana. Y en eso la hermenéutica analógica podrá tener un papel relevante como liberadora y descolonizadora, ya que la analogía privilegia la diferencia, que en este caso es el pensamiento iberoamericano, pero sin perder la universalidad, que es su conexión con el pensamiento mundial.

Se trata, pues, de una hermenéutica analógica aplicada a la epistemología. Pero también es un planteamiento que deseamos que sea poscolonial, con un poscolonialismo analógico, esto es, que no rompe ciegamente con Europa y Estados Unidos, porque eso es vano y hasta imposible, sino que trata de reconstruir la historia de manera propia, iberoamericanista, porque es algo que necesitamos. No se trata de filosofar luchando sin más con los otros, sino de recuperar la voz propia, porque ya tenemos la madurez suficiente para hacerlo. Se trata de filosofar desde esa identidad que vamos conociendo y elaborando, al paso de los acontecimientos que nos circundan. Es necesario animarse a hacer filosofía desde nosotros mismos, es toda una liberación, de índole intelectual.

Conclusión

Después de haber considerado la nueva epistemología como una propuesta analógica, que surge de una hermenéutica del mismo tipo, podemos ver que se beneficia de varias características de la analogicidad o iconicidad. Conjunta extremos y aun opuestos; se coloca entre la univocidad y la equivocidad, sin caer en sus inconvenientes, sino sacando lo mejor de cada una. Reduce la dicotomía entre la teoría y la praxis, así como entre la razón y la emoción, y oscila entre ellas, enriqueciendo el conocimiento con perspectivas de ambos opuestos. Abre el abanico de las interpretaciones, sin hundirse en una interpretación que no termina. Se trata de enriquecer la interpretación, de hacerla más fina y adecuada, más comprensiva y explicativa. Pero sin renunciar a la verdad o la objetividad, que no será la pretenciosa del univocismo ni la derrotada del equivocismo, sino equilibrada y situada, como es propio del analogismo.

Ahora que estamos atorados (y ya llevamos tiempo así, y ya se siente el cansancio) entre el univocismo de los positivismos y el equivocismo de los posmodernismos, se necesita una salida a un campo diferente, en el que el diálogo filosófico pueda prosperar. Esto lo podremos hacer con una epistemología analógica así, que sea mediadora entre esos dos extremos y que ayude a rebasarlos y encontrar una manera diferente de pensar y de hacer filosofía. Es preciso dinamizar la actividad filosófica, pues ya ha durado mucho en el impasse, y no puede seguir así, hay que sacarla a terrenos más promisorios.

Referencias

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