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DE LA LUCHA DE CLASES A LA LUCHA DE HUMANIDADES
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 7, núm. 16, Esp., pp. 62-69, 2022
Red Construyendo Paz Latinoamericana

Artículos

©Revista CoPaLa, Construyendo Paz Latinoamericana

Recepción: 31 Marzo 2022

Aprobación: 30 Agosto 2022

DOI: https://doi.org/10.35600/25008870.2022.16.0235

Resumen: El presente artículo tiene el propósito de profundizar en la categoría “lucha de humanidades” propuesta por Luis Eduardo Primero Rivas, como una herramienta de análisis de la realidad ética y política. Esta herramienta teórico-metodológica va más allá del análisis socioeconómico de la lucha de clases al abordar todos los elementos que conforman el paradigma antropológico que implica cada modelo de humanidad. Este tipo de análisis se realiza desde una racionalidad analógica que evita enjuiciar cada modelo desde el estrado de la univocidad hegemónica, sino valorando las similitudes e interpretando las distinciones de cada modelo de humanidad en lucha por afirmar su identidad ante los paradigmas hegemónicos.

Palabras clave: Espacio existencial, Ética, Hermenéutica, Lucha de clase, Lucha de humanidades.

Abstract: This article serves the purpose of deepen into the category "struggle of humanities" proposed by Luis Eduardo Primero Rivas, as a tool for analyzing the ethical and political reality. This theoretical-methodological tool goes beyond the socioeconomic analysis of the class struggle by addressing all the elements that make up the anthropological paradigm that each model of humanity implies. This kind of analysis is carried out from an analogical rationality that avoids judging each model from the platform of hegemonic univocity, but instead assesses the similarities and interprets the distinctions of each model of humanity in the struggle to affirm its identity before the hegemonic paradigms.

Keywords: Existential space, Ethics, Hermeneutics, Class struggle, Humanities struggle.

Introducción

El presente artículo tiene el propósito de profundizar en la categoría “lucha de humanidades” propuesta por Luis Eduardo Primero Rivas, como una herramienta de análisis de la realidad ética y política. Esta herramienta teórico-metodológica va más allá del análisis socioeconómico de la lucha de clases al abordar todos los elementos que conforman el paradigma antropológico que implica cada modelo de humanidad. Este tipo de análisis se realiza desde una racionalidad analógica que evita enjuiciar cada modelo desde el estrado de la univocidad hegemónica, sino valorando las similitudes e interpretando las distinciones de cada modelo de humanidad en lucha por afirmar su identidad ante los paradigmas hegemónicos.

La primera sección analiza la transición de la lucha de clases a la lucha de humanidades, analizando los orígenes, aplicaciones y alcances de la categoría de “lucha de clases” y recordando los acontecimientos históricos que provocaron su pérdida de funcionalidad. Posteriormente se presenta la categoría de “lucha de humanidades” que indaga el concepto que, de manera patente o latente, apoyan las diversas y variadas estrategias políticas y económicas.

La segunda sección profundiza en la “lucha de humanidades” como categoría de análisis centrado en la humanidad, lo cual la coloca como herramienta indispensable para el análisis de los constructos semióticos que expresan los horizontes axiológicos y teleológicos de cada comunidad, considerando la influencia de los entornos históricos, éticos, políticos, epistemológicos y la vivencia de los derechos humanos.

La tercera sección presenta algunas de las derivaciones del uso de la lucha de humanidades como categoría de análisis en varios espacios existenciales: La economía, la educación, la política el arte y la religión; se realiza un análisis crítico de las dinámicas existentes en los modelos actualmente hegemónicos y se esbozan brevemente nuevos modelos que eviten la instrumentalización del individuo, reconociendo la centralidad del ser humano y ubicando al modelo de humanidad al sur del paradigma.

Primera sección.

De la lucha de clases a la lucha de humanidades

El concepto de “Lucha de clases”, al ser central en la presente reflexión, precisa ser abordado desde la óptica de Primero Rivas quien lo resignifica y a partir de esta resignificación, desempeñará en su pensamiento un doble papel: tanto de cimiento para nuevos desarrollos en el campo de la educación y de la ética, como el de integración de temáticas diversas pero vinculadas.

El primer texto en el que aparece y expone la categoría de “Lucha de humanidades” de manera sistemática es en el libro titulado “Lucha de humanidades o de la ética analógica de Mauricio Beuchot” (2011). No es casualidad que el tema del libro sea la ética analógica, pero sobre este aspecto se volverá más adelante.

En dicho texto, Primero Rivas retomará y distinguirá la significación de “Lucha de clases” de Marx y la del Marxismo. Para Marx, al decir de Primero, esta categoría la pensó “originalmente como un recurso lógico, de clasificación conceptual, para organizar las fuerzas sociales luchando en su época, y continuó con este sentido a lo largo de su obra”. (Primero, 2011. Pág. 235). Estas fuerzas sociales eran principalmente, la burguesía por un lado y el proletariado, por el otro.

La burguesía, cada vez más consolidada y en proceso de transformación hacia el capitalismo se ve confrontada y contrastada por el proletariado, que se concibe como la clase social emergente que podría propiciar la superación histórica (dialéctica) de su antagonista al proponer, proyectar y edificar un mayor y mejor proyecto humano que el de los burgueses-capitalistas.

Según la interpretación de Primero, Marx concibió la lucha burgueses-proletarios como un proyecto humanizador (Primero 2003) donde la lucha política sería una concreción de la emergencia histórica de este antagonismo entre proletariado y burgueses quienes, desde el Estado, organizaban a la sociedad e instituciones a razón de su proyecto y/o intereses. Según el proceso histórico concebido por Marx la toma del poder por parte del proletariado, sólo tendría un carácter temporal pues la denominada “disolución del Estado” es donde se realizaría la utopía[1].

Ahora bien, el proletariado es significado como una “clase social”, es decir, como “una gran parte de la sociedad con capacidad productiva, moral, cultural y sobre todo histórica” (Primero, 2011. Pág. 235) y no sólo como un pequeño grupo representativo en lo institucional político que fue hacia donde derivó en su desenvolvimiento histórico en los llamados “socialismos realmente existentes”. Cabe señalar que la categoría de “clase social”, si bien fue popularizada por Marx, ya se utilizaba desde la edad media y experimentó desarrollos posteriores desde diversos modos, acentos y matices.

Por su parte, los llamados marxistas, redujeron el concepto de “clase social” solamente al espacio existencial político en su dimensión institucional, dónde el paroxismo de esta reducción

“fue alcanzado con el triunfo de V. I Uliánov, alias Lenin, quien convirtió a los bolcheviques en el partido triunfante de la Revolución de Octubre, y posteriormente en el centro del poder de la URSS y más delante del Bloque Socialista, lo que luego, a finales del siglo XX, conocimos con el nombre eufemístico de socialismo realmente existente” (Primero, 2011. Pág. 236).

Aunado a lo anterior, Primero Rivas refiere que la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) como un acontecimiento simbólico-paradigmático que marca también la caída o derrumbamiento del socialismo realmente existente y el “triunfo” del capitalismo ahora de extensión global, lo que tornó si bien no inútil, sí poco funcional o insuficiente tanto a la categoría de “clase social” y como a la lucha de éstas en tanto instrumento teórico para comprender la estructuración y el desenvolvimiento del ser humano en comunidad. Desde sus estimaciones, la segmentación o “atomización social” (Serrano, 2000) se ha ampliado tanto que

“el número de obreros, empleados, burgueses, sub-empleados, desempleados, pobres, desplazados, migrantes, poblaciones originarias depauperadas o prostituidas (…), es tan grande y significativo, comparado con los pocos ricos del mundo, que creemos se necesita una nueva clasificación lógica para organizar nuestro pensamiento sobre la población mundial actual, que posea una capacidad intelectiva y explicativa fuerte, consistente y dinámica, para servir incluso como ícono político, que sea acogido por las grandes porciones mencionadas de la población de nuestro mundo, muchas de las cuales rechazan el término clase social, a consecuencia del deterioro dado por los marxistas” (Primero, 2011. Pág. 236)

En este sentido es el que Primero Rivas propone el término-categoría “lucha de humanidades”. En donde los acentos recaen en el concepto de “humanidad”, el cual será ahora el recurso lógico, de clasificación conceptual, para organizar las fuerzas sociales antagónicas o dicotómicas que tienen lugar en el mundo contemporáneo.

Primero Rivas concibe que, de manera consciente e intencional o no, los dueños del poder mundial y sus seguidores detentan una idea, por difusa, vaga o poco sistemática que sea, de humanidad la cual desempeña el papel de fundamento o cimiento donde ese apoyan las diversas y variadas estrategias políticas y económicas. Es por esto que la reflexión filosófica puede orientar su quehacer al hacer patente lo que permanece latente en todos los sistemas propios de los campos existenciales para definir, explicitar y exponer sus tesis principales. Pero también es posible y necesario, configurar un concepto de humanidad que permita matizar y ponderar los desarrollos del capitalismo, capaz de fundamentar y proyectar la igualdad y promover la fraternidad, que sea capaz de reconocer la pluriculturalidad, la diversidad y sentar las bases de nuevas formas de convivencia que se proyecten hacia una nueva humanidad, sobre todo que se nutra de aquellos grandes sectores de la población mundial que padecen los efectos negativos del modelo de humanidad vigente. Lo que está en juego, el dilema de hoy, en esta lucha de humanidades, al decir de Primero Rivas, es o la civilización o la barbarie.

Segunda sección

La lucha de humanidades como categoría de análisis

Este dilema ha propiciado nuevos desarrollos inspirados por la ética analógica de M. Beuchot, respondiendo a la exigencia de atender la diversidad genérica que caracteriza a la sociedad actual y que requiere la inclusión de las nuevas expresiones sociales dentro del esquema de humanidades. Se propone el término de “lucha de humanidades”, donde lo central es la humanidad[2]. La disyuntiva, sin embargo, no consiste únicamente en la aceptación o rechazo de la organización de la convivencia humana en sí misma —civilización o barbarie—, al incluir también el modelo de humanidad que servirá de fundamento para los posteriores desarrollos sociales.

El estado burgués que K. Marx buscaba superar estaba construido bajo una serie de constructos semióticos derivados del positivismo filosófico y la posterior matematización formal del positivismo científico que, a pesar de resultar una herramienta muy útil para la manipulación y transformación del entorno material, resulta insuficiente para abordar los tópicos más específicamente humanos. El modelo de humanidad resultante no considera, al menos en la praxis real, al hombre como un fin en sí mismo, sino como un medio o recurso humano ordenado a la consecución de los intereses de la economía de mercado. Queda claro que lo que está en juego va más allá de los términos empleados, sino de las realidades por ellos designadas.

La categoría “Lucha de Humanidades” y las posibilidades de análisis que ella ofrece, implican la construcción de un nuevo paradigma de humanidad que, a su vez, experimenta en su vivencia y convivencia la construcción conjunta de sentido en las diversas esferas de la cotidianeidad, así como los respectivos sistemas de referencias simbólicas que dan identidad y distinguen a cada comunidad. Así visto, pierde sentido la aspiración a una cultura univocista, que aspire a la uniformidad y menosprecie, niegue o elimine las particularidades de cada grupo humano. La construcción de sentido y los constructos semióticos que lo expresan serán considerados igualmente válidos en cuanto cumplen con el propósito de expresar y referir a la vida cotidiana. Queda abierta la puerta a nuevos análisis antropológicos con una actitud incluyente que respete la diversidad mientras analiza los significados más profundos de las distintas maneras de ser humano.

La noción “lucha de clases” planteaba la dialéctica antagónica de las clases sociales con base en su posicionamiento ante los medios de producción, dando preponderancia a los factores productivos y económicos. La categoría “lucha de humanidades”, por su parte, permite el análisis del concepto de humanidad en toda su riqueza al incluir otros espacios existenciales. Es así como la categoría propuesta puede aportar elementos suficientes para la comprensión de diversas problemáticas éticas y políticas. Las posibilidades son enormes, pero deseamos presentar una breve mención a los ámbitos de la vida cotidiana que se constituyen como referentes del modelo que plantea las diversas humanidades y que pueden ser analizadas desde la óptica de una nueva epistemología tolerante y analógica[3]:

-Historia, ubicando cada modelo de humanidad en el tiempo y en el espacio. Una correcta interpretación e incluso una necesaria reinterpretación del devenir histórico de cada grupo humano nos ubica en los contextos que preceden al momento actual para comprender la génesis de normas y costumbres.

-Ética, especialmente la ética analógica[4], que parte de la interpretación del ser humano para diseñar la ética que le conviene, evitando tanto el racionalismo univocista como el empirismo equivocista hasta lograr una síntesis que recupere una ética de virtudes bajo la guía de la prudencia (phrónesis).

-Política, entendida como “el conjunto de actividades ciudadanas cuando intervienen en asuntos públicos” (DRAE), donde adquiere especial relevancia las normas jurídicas que rigen sus sociedades y que son concreciones de las pautas de comportamiento social consignadas por escrito en el derecho positivo.

-Epistemología, que desde la nueva epistemología propia de la pedagogía de lo cotidiano entenderemos como “la manera organizada, sistemática, colectiva y comprobada de dar con la realidad considerada” (Primero 2020) y que acompaña a la racionalidad analógico-simbólica (Beuchot, 2021), que se desarrolla actualmente dentro del nuevo realismo y que supera la epistemología formal univocista del positivismo realmente existente hasta los albores del siglo XXI.

-Derechos humanos que, siendo universales en su validez y defensa, han de contextualizarse histórica y culturalmente para superar un fijismo que propicie su interpretación anacrónica o descontextualizada, entendiendo que los mismos derechos humanos pueden ser interpretados y vividos de manera diversa en cada contexto.

“Los derechos humanos necesitan tener una universalidad analógica, ya que son diversamente entendidos en las distintas culturas, y no podemos obligar a todas ellas a entenderlos de la misma manera. Esto nos da un ámbito de reconocimiento y tolerancia, de respeto a las diferencias lo más que se pueda, pero sin perder la capacidad de universalización, que da la semejanza” (Beuchot, 2021, p. 120).

La perspectiva analógica es una valiosa herramienta que posibilita la recuperación de todo lo que de valioso tienen las humanidades en conflicto, para configurar nuevas posibilidades de comprensión y acción. Consideramos que la categoría “lucha de humanidades” es un elemento indispensable para este análisis. La siguiente cuestión es ¿Cuál es la principal aportación de la categoría de “lucha de humanidades” a la reflexión filosófica contemporánea?

Tercera sección

Derivaciones de la lucha de humanidades

Resulta de gran importancia para el quehacer filosófico la identificación, caracterización y análisis de los modelos de humanidad inherentes en las diversas propuestas provenientes de los sistemas de cada espacio existencial, de manera especial de aquellos que devienen hegemónicos. Dentro de este tipo de análisis merece especial cuidado la posible confusión entre causas y efectos, pues podríamos considerar que las propuestas que concretan los modelos de comportamiento, gestión o producción característicos de cada espacio existencial configuran un modelo de humanidad posterior y consecuente. En realidad, estos modelos de humanidad preceden, subyacen, explican y dan forma a las normas de comportamiento, procesos de gestión y modos de producción en cada espacio existencial; de modo que más allá de una lucha por transformar usos y comportamientos externos, lo que está en juego es una lucha de modelos de humanidad.

El análisis de la “lucha de humanidades” permanece ajeno al necesario antagonismo de clases u oposiciones dialécticas, pues cada paradigma antropológico o modelo de humanidad es abordado desde una racionalidad analógica que propone la categoría de “lucha de humanidades” como un instrumento de análisis phronético dentro de la búsqueda e identificación de los elementos valiosos, permanentes y/o contingentes en cada modo de ser humano. Este tipo de análisis facilita el diálogo constructivo, reconociendo en cada grupo humano y su cultura un conjunto de elementos simbólicos que señalan al modelo de humanidad que subyace como referente.

Las derivaciones posibles son tantas como espacios existenciales o ámbitos de la vida cotidiana analicemos con miras a distinguir el modelo de humanidad implícito en sus conductas, valores y finalidades. Intentaremos algunos ejemplos donde se explicite el paradigma antropológico o modelo de humanidad implícito en sus prácticas reales para posteriormente proponer un modelo alternativo, “al sur del paradigma” (Primero, 2020, p. 23) de naturaleza analógica, donde el ser humano sea fundamento y finalidad principal de dicho ámbito.

-La economía. Comenzamos con este espacio existencial para distinguir el enfoque de la categoría “lucha de humanidades” con la propia de la lucha de clases, cuyo desarrollo se enfoca a descripción de las fases históricas particulares del desarrollo productivo y cuya lucha conduce inevitablemente a la dictadura del proletariado y llega hasta la abolición de todas las clases sociales. La lucha de humanidades, más allá de los desarrollos económicos, además de abarcar todos los ámbitos de la realidad, aborda el análisis crítico de la economía indagando sobre el papel del hombre en cada modelo; examinando si el hombre es simplemente instrumentalizado como un recurso humano al servicio de los intereses económicos de la empresa o del país o si, en cambio, es el fin último que todo el aparato económico busca proteger, beneficiar y defender.

-La educación. Desde un paradigma simplista suelen identificarse educación y escolarización. La visión actualmente hegemónica gestiona la educación con criterios empresariales, donde el fin último no es la construcción singular ni comunitaria del docente, discente o miembro alguno de la comunidad universitaria, sino la eficiencia de los procesos administrativos. Además, se priorizan las actividades que permitan cubrir una serie de indicadores de evaluación de la calidad para acceder a fuentes de financiamiento, aún cuando suponga posponer o suspender trabajos o dinámicas que inciden más directamente en la producción del conocimiento. El modelo de humanidad implícito considera al egresado como el producto final de la maquila universitaria que intentará colocarse en el mercado laboral. Nuevamente nos encontramos inmersos en una dinámica que instrumentaliza al ser humano y lo pone al servicio de la economía de mercado (laboral). Un modelo alterno de humanidad es planteado desde la pedagogía de lo cotidiano[5], donde el protagonista es el singular humano dentro del contexto de los diversos niveles de socialización. La educación involucra la interlocución formativa de la familia, el barrio, el contexto económico, el propio formando y la escuela se ocupa de la educación institucionalizada con el ser humano como el centro de todos los esfuerzos. Se trata, en resumen, de un modelo donde la humanidad es el fin y no el medio instrumental.

-La política. La precisión terminológica reviste especial importancia en este espacio existencial, pues por este nombre se han entendido varias cosas. El primer concepto es el expuesto por Aristóteles en su búsqueda por la ciencia que busque el bien soberano:

“Hemos de intentar comprender en general cuál debe ser la ciencia teórica o práctica de la que depende (el bien soberano). A lo que creemos, el bien de que hablamos es de la competencia de la ciencia soberana, la cual es, con evidencia, la ciencia política”

(Ét. Nic. I, 2, p. 4).

El bien soberano aquí citado es buscado para todo ciudadano o miembro de la polis, por lo que la acción política tiene referencia al bien mayor de la comunidad política.

“Es manifiesto que al bien mayor entre todos habrá de estar aderezada la comunidad suprema entre todas y que compromete a las demás; ahora bien, ésta es la comunidad política a la que llamamos ciudad… es pues, manifiesto que la ciudad es anterior al individuo, pues si el individuo no puede bastarse por sí mismo, deberá estar con el todo político en la misma relación que las partes están con el respectivo todo” (Pol, I, 1, p. 212).

Desarrollos posteriores introducen las nociones sociológicas de sucesión en los puestos de elección popular, marcos legales estables y fenómenos sociales emergentes. Con todo, el uso coloquial del término circunscribe a la política como aquella acción partidista, donde se supone la labor proselitista y el adoctrinamiento ideológico, en una acepción que se aleja paulatinamente del sentido original. Con el desarrollo de los medios de comunicación y transporte se intensificaron los intercambios culturales y económicos entre pueblos y naciones, lo cual permitió el contraste directo de los distintos modelos de humanidad y la formación de alianzas con quienes se compartían intereses o ideas, pero también polarizando el ambiente político por bloques de tendencias opuestas. Incluso dentro de los ambientes nacionales, las tendencias de izquierda o derecha ideológica, posturas liberales o conservadoras se hacen presentes y protagonizan debates públicos que pueden aumentar de intensidad hasta llegar a conflictos armados. Así, la acción política, teniendo como objetivo original el bien soberano de la comunidad política, se ve arrastrada al conflicto por la defensa del modelo de humanidad que defiende. El debate político, desde los ideales de convivencia y diálogo, encontrará en el análisis de los modelos de humanidad los principios de reflexión y normas de juicio que permitan mantener la altura de miras para entender que cada sector piensa con la mente ubicada desde el suelo que los pies pisan, y que cada sesgo ideológico expresa las demandas y anhelos de una comunidad humana.

-El arte. La expresividad y el manejo simbólico con fines comunicativos tienen en el arte un espacio privilegiado. No nos referimos al arte en el sentido antiguo, incluyendo las técnicas manuales, sino en el sentido liberal, o mejor aún, en el sentido estético, entendiéndolo como aquella “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros” (RAE), Dicha actividad, según H. G. Gadamer, desde su carácter simbólico, tiene la capacidad de universalizar experiencias particulares (ocasionales), creando una comunidad de sentimientos (Gadamer 2005, p. 136) Sin embargo, en el sistema hegemónico, la lógica de mercado aplicada al mercado del arte comienza a anteponer el valor económico sobre lo estético. “Se creía que el arte tenía que ver con lo bello; pero ahora, en la actualidad, después de las vanguardias y postvanguardias, el arte no tiene que ver con lo bello, sino con lo impactante” (Beuchot, 2021. P. 172). Siendo la percepción estética poseedora de un componente fuertemente subjetivo, tomó fuerza creciente el debate sobre el valor estético de la producción artística, provocando que el público general delegara esta tarea a una élite autónoma que, por su impulso a obras de dudosa calidad ha llegado a ser considerada una verdadera hampa y sus obras fueron denominadas “hamparte”, por estar sobrevaloradas hasta niveles que no corresponden al virtuosismo artístico del autor.

“Uno de los problemas de la decadencia del arte y, en consecuencia, el florecimiento desesperado y extraordinario del Hamparte es el tiempo libre; y el otro, el agresivo consumismo de las grandes élites. Estos ingredientes, unidos a la ignorancia y a la precipitación han hecho posible el panorama actual del arte contemporáneo…A principios del siglo XX en el mercado del arte no se movían grandes sumas, pero en el momento actual encontramos obras con cifras que superan nuestra imaginación, y muchas de ellas son Hamparte”. (García-Villarán, 2019).

La obra de arte, dentro de este modelo, pierde su función original de expresión antropológica para enfocarse en la producción de bienes posicionales sin gran valor estético. Este fenómeno queda reforzado por la narrativa de la élite que acusa de ignorantes a quienes no caen en la trampa y que afirman que solamente las élites pueden producir bellas artes, mientas que los sectores populares o las culturas no hegemónicas, incapaces de producir arte, se limitan a producir artesanías. En cambio, acudiendo a la lucha de humanidades como categoría de análisis, podemos valorar y promover la producción artística de cada comunidad como la expresión estética de su búsqueda de sentido espiritual, axiológico y recreativo, sin imponer criterios univocistas como los únicos válidos y posibles, sino conociendo y disfrutando las peculiares manifestaciones de las experiencias del mundo, de la trascendencia de la vida, del hombre, que son universales en lo esencial, pero que se simbolizan estéticamente de manera distinta en cada cultura. Son modos análogos e igualmente valiosos de ser humano.

-La religión. El componente simbólico de la expresividad humana es también utilizado para manifestar la profunda búsqueda de sentido vital ante las experiencias universales de angustia por el mal en el mundo, la búsqueda de la explicación a los acontecimientos que parecen carecer de causas lógicas, la aspiración a una vida mejor y el alivio por el temor a la muerte. El fenómeno religioso se remite al pensamiento animista del hombre prehistórico hasta llegar a las grandes religiones contemporáneas. Su influencia cultural es tan determinante en la configuración de los modelos sociales que fue un factor colonizador de gran importancia. La convivencia entre religiones no ha sido uniforme en el devenir histórico, pero siempre ha sido un reflejo de la convivencia entre civilizaciones. En los casos donde la cultura colonizadora o hegemónica concedía cierta autonomía a la civilización dominada, se proyectaba una religiosidad henoteísta, donde el dios de los vencedores era considerado la deidad suprema que coexistía con las deidades subordinadas de los pueblos colonizados. En las ocasiones donde los procesos colonizadores suplantaban la organización social originaria por el modelo cultural del conquistador, la religión fue utilizada como agente persuasivo en la adopción del nuevo sistema social, con el cambio de roles de los conquistados en el entramado productivo. En esos casos, la religión originaria era suprimida para abrir paso a la religión de los colonizadores con su sistema de valores y los referentes simbólicos fueron asumidos aún en los casos de ser ajenos a los elementos propios del entorno natural o al núcleo ético- mítico de la comunidad conquistada. Las consecuencias históricas tienen repercusiones hasta nuestros días, pues los ritos, mitos, sistemas axiológicos, y demás expresiones estéticas y cultuales no hacen sino manifestar un modelo de ser humano ante el mundo natural y ante la trascendencia espiritual. Más allá de una lucha de sistemas doctrinales se trata de una lucha de humanidades. En nuestros días la convivencia interreligiosa sigue siendo complicada. Nos debatimos entre un univocismo radical que sataniza toda estructura religiosa ajena a la propia y un equivocismo que termina por afirmar que todas las religiones son iguales, para expresar que todas dan igual. Necesitamos un análisis más prudente al acercarnos al hecho religioso, donde nadie se crea el depositario exclusivo (y excluyente) de la bondad y emisario de la verdad única y absoluta. En cambio, proponemos escudriñar el hecho religioso en toda su complejidad y riqueza para moderar excesos y ponderar todo lo que abona a un modelo de humanidad más fraterno, entendiendo que cada grupo humano tomará los elementos históricos y culturales propios para expresar actitudes universales.

Conclusión

La categoría de “lucha de humanidades” es una herramienta teórico-metodológica que permite analizar la realidad antropológica, ética, política y cultural más allá del análisis económico de la lucha de clases que, como ya hemos recordado, desde su presentación fue considerada intrínsecamente provisional. La intención pretende ser integral e integradora. Integral porque considera todos los elementos que expresan el paradigma antropológico o modelo de humanidad en la praxis de lo cotidiano. Integradora dado que, a través de su análisis, como ya se ha mostrado, se pueden abordar y hacer coincidir los diferentes espacios existenciales, identificando las coincidencias esenciales y evaluando las distinciones y peculiaridades de los elementos contingentes, permitiéndole fungir como criterio de reflexión y norma de juicio para sus dinámicas, proponiendo los ajustes necesarios en lo que haya que adecuar y reforzando las fortalezas éticas y políticas de cada modelo de humanidad. Quedan en el tintero muchos más análisis para examinar espacios como el entretenimiento, el amor y la sexualidad, la familia, el folklore y tantos más que reflejarán el interés de cada investigador.

Referencias bibliográficas

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Beuchot Puente, Mauricio (2021), Elementos de Hermenéutica Analógica. Editorial Publicar al Sur, México. Disponible en http://spine.upnvirtual.edu.mx

Gadamer, H-G, (2005) Verdad y Método I, Sígueme, Salamanca.

García-Villarán, Antonio (2019) El arte de no tener talento, Ediciones Martínez Roca, Barcelona.

Primero Rivas, Luis Eduardo (2011), Lucha de humanidades o de la ética analógica de Mauricio Beuchot. Editorial Torres y Asociados, México. Disponible en http://spine.upnvirtual.edu.mx

Primero Rivas, Luis Eduardo (2002), Contribución a la crítica de la razón ética I – El pensamiento ético en el joven Marx, Primero Editores (Colección Construcción Filosófica), México.

Primero Rivas, Luis Eduardo (2003). Contribución a la crítica de la razón ética II – El pensamiento ético en Marx, Primero Editores. México.

Primero Rivas, Luis Eduardo (1999) Emergencia de la Pedagogía de lo Cotidiano, Carvajal SAC – Impresión Digital, México.

Primero Rivas, Luis Eduardo (2020). Las malas palabras de la pedagogía de lo cotidiano. Editorial Publicar al Sur, México. Disponible en http://spine.upnvirtual.edu.mx

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23. ª ed., versión 23.5 en línea. https://dle.rae.es 29/03/22].

Serrano, Joseph María. (2000). La globalización. Cuadernos de cristianisme i justicia. Barcelona

Notas

[1] Las características específicas de esta “utopía” son expuestas por Primero Rivas las expone en el texto referido (Primero, 2003), específicamente en la segunda parte titulada: “Estudio analítico de la ética de Marx”, págs. 145-183.
[2] El desarrollo que inspira la propuesta de esta categoría” es presentado en la obra referida (Primero 2020), dentro de la introducción, en el subapartado “lucha de humanidades” págs. 20-23.
[3] Estos referentes simbólicos son condensados en el libro ya citado de Luis Eduardo Primero Rivas (Primero 2020) al recapitular la producción ética de Mauricio Beuchot.
[4] Un desarrollo detallado de la ética analógica se encuentra desarrollado por Mauricio Beuchot en “Elementos de Hermenéutica Analógica”, de manera especial en el capítulo 5: “Hermenéutica analógica y ética”, págs. 89-106.
[5] El concepto de educación desde la pedagogía de lo cotidiano es presentado y desarrollado a detalle en “Emergencia de la Pedagogía de lo cotidiano” (Primero 1999)


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