Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


ÉTICA ANALÓGICA DE LA VIDA COTIDIANA
Revista CoPaLa. Construyendo Paz Latinoamericana, vol. 7, núm. 16, Esp., pp. 30-41, 2022
Red Construyendo Paz Latinoamericana

Artículos

©Revista CoPaLa, Construyendo Paz Latinoamericana

Recepción: 26 Marzo 2022

Aprobación: 01 Septiembre 2022

DOI: https://doi.org/10.35600/25008870.2022.16.0229

Resumen: En este trabajo se aborda la ética analógica de la vida cotidiana, como aporte reciente del Dr. Luis Eduardo Primero Rivas, docente e investigador fundador de la Universidad Pedagógica Nacional Ajusco, en México, relacionado también con los planteamientos de Mauricio Beuchot Puente, profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Además, presento un panorama histórico y actual de la ética y sus implicaciones prácticas en la vida cotidiana. Asimismo, enfatizo la necesidad de orientarla por el interés colectivo y responder a la ética utilitarista - instrumentista actual, producto del período capitalista y neoliberal. Para lograr lo anterior, convoco algunas de las principales concepciones éticas filosóficas relativas a la época, por ejemplo, durante la Grecia clásica, el Renacimiento, la Segunda Guerra Mundial o después de la llegada de los pioneros a Norteamérica. En este recorrido se destacan la analogía beuchotiana y la concepción de la vida cotidiana propuesta por Agnes Heller, las cuales se incluyen magistralmente en la construcción de la llamada ética analógica de la vida cotidiana del Doctor Primero.

Palabras clave: Espíritu ético, Ética, Ética disgregada, Vida cotidiana.

Abstract: In this work, the analogical ethics of everyday life is addressed, as a recent contribution of Dr Luis Eduardo Primero Rivas, professor and founding researcher of the National Pedagogical University Ajusco, Mexico, related to Mauricio Beuchot Puente approaches, professor emeritus from the National Autonomous University of Mexico (UNAM). Furthermore, I present a historical and current ethics overview and its practical implications in everyday life. Also, I emphasize the need to guide it by the collective interest and respond to the current utilitarian - instrumentalist ethics product of the capitalist and neoliberal period. In order to achieve the above, I convene some of the principal philosophical ethics conceptions concerning the given time, for example, during classical Greece, the Renaissance, the Second World War or after the pioneers' arrival to North America. In this journey, the beuchotiana analogy and conception of daily life proposed by Agnes Heller stand out, which are masterfully included in the construction of the so-called analogical ethics of everyday life by Doctor Primero.

Keywords: Daily life, Ethics, Ethical spirit, Disaggregated ethics..

Introducción

Con el presente ensayo, me propongo aportar algunas reflexiones sobre la ética en la actualidad y su importancia en la vida cotidiana; para enfatizar la urgencia de transformarla y reorientarla hacia lugares más convenientes al interés general y menos al individualismo que se promueve en el mundo capitalista neoliberal. Mi aportación está íntimamente relacionada con la obra del Doctor Luis Eduardo Primero Rivas, quien ha sido mi maestro y asesor en el Doctorado de la Universidad Pedagógica Nacional, unidad Ajusco, en México. El también investigador cuenta con una basta producción, relacionada con la epistemología, la filosofía de la ciencia, la investigación, la educación y, por supuesto la ética que ahora me ocupa[2].

Reflexionar sobre la ética es un asunto relevante, porque las acciones de todo ser humano resultan –son–, en esencia, muestras factuales de una fuerza moral subyacente en estas prácticas. Dicho de otro modo, en todo nuestro hacer, podemos encontrar rastros o indicios –a veces claros, otras ocasiones velados– de los discursos o construcciones de su motivación moral. En pocas palabras nuestra realización vital es un acto ético con impactos personales, comunitarios, nacionales e históricos. El asunto es que pocas veces nos detenemos a pensar en las consecuencias de nuestras realizaciones y, en cierta manera, vivimos a la deriva, siguiendo la corriente de la época.

Como se puede notar desde ahora, la conceptuación que propongo sobre la ética es integradora, es decir, la considero como un hacer histórico de las personas donde se involucran todos los aspectos de la realidad o las llamadas “genericidades” que –según Heller (1987)– integran a la vida cotidiana. Tal realización es atravesada por la moral realmente existente, el deber ser, los aspectos culturales, ideológicos, nuestras aspiraciones como seres humanos, los roles sociales, las características el medio ambiente y otros aspectos que componen a la realidad. La precisión es importante, porque en la actualidad neoliberal, se ha construido la idea de que la ética se puede desagregar o seccionar, lo cual es, desde mi opinión, útil para efectos analíticos, pero factualmente no aplica, porque la realización ética opera como un conjunto en la vida cotidiana. Esta distinción por tanto es necesaria como punto de partida, que me permitirá seguir con una exposición más profunda y detallada sobre la concepción que señalo.

El seccionar a la ética, la reduce a una acción “por áreas” que además de limitarla conceptualmente, la obnubila en su potencia transformadora de las condiciones actuales, porque permite una “acción humana” por ámbitos, cuyas motivaciones pueden ser diferentes y hasta relativas, dando lugar a éticas particulares orientadas hacia rumbos distintos; situación que dota a los actos humana de un carácter errático y volátil –líquido diría Bauman (2002)–.

En este sentido, Hortal (2002) hace ciertas distinciones sobre los niveles en que se puede “desagregar” la ética, en el primer nivel considera debe estar la denominada “ética general [que] se ocupa de reflexionar acerca de los elementos constitutivos de la vida moral, esos que están presentes en toda acción o circunstancia” (p. 104), este puede ser considerada el nivel más amplio de la reflexión, quizá hasta una ética filosófica o ideal, muy cercana a la moral o la deontología.

El segundo nivel es la “casuística [o] reflexión ética que acompaña y busca iluminar y orientar el proceso de toma de decisiones en casos concretos” (Hortal, 2002, p. 104). Este tipo de ética implica una constante toma de decisiones y produce actos intencionales. Un tercer ámbito se compone por las denominadas “éticas aplicadas o especiales”, entre las que se encuentra la ética profesional, que en palabras de Hortal (2002, p. 104):

…la legitimidad de estas éticas […] se deriva de que sirven para orientar, justificar o cuestionar las actuaciones y decisiones de los agentes morales [y] no basta con las exigencias, planteamientos y recomendaciones del nivel general, ni es suficiente dejarlo todo en manos de las decisiones puntuales y las experiencias propias de la casuística.

Las precisiones de Bauman u Hortal sirven para demostrar que en la actualidad, la ética se ha desagregado en ámbitos –unívocamente– o de ha considerado errática o líquida –equivocista–. En un sentido distinto, si pensamos la ética desde un punto de vista integral “analógico” y “cotidiano”, como lo planteo más adelante desde los posicionamientos de Primero y Beuchot, estamos en un mejor lugar para su funcionamiento en el cambio de las condiciones actuales. Porque el carácter analógico y cotidiano en los actos de las personas y de los grupos, le confiere necesariamente una orientación específica hacia el interés común o el beneficio social, al contrario del individualista donde le sitúan los univocismos o el indeterminado de los equivocismos. Dicho lo anterior, a continuación, realizaré un ejercicio argumentativo respecto de algunas preguntas, a saber: ¿por qué la ética?, ¿cómo es la ética preponderante en la actualidad? y, ¿cuál es la ética propuesta?

Apartado 1: Reflexiones sobre la ética

Primera reflexión: ¿por qué la ética?

A estas alturas de mi exposición, es claro que sitúo a la ética en un nivel de la construcción histórica, es decir, considero que nuestros actos tienen una consecuencia en la época, alguien dirá que se trata de una hipérbole; sin embargo es cierto, cada que actuamos, producimos efectos mínimos o máximos en las condiciones de la realidad, cuya manifestación se nota inmediatamente o con posterioridad en las condiciones cotidianas. Tal es el caso de los acontecimientos desarrollados en la región de Wuhan, en Hubei China, lugar donde se origina la pandemia Covid-19, a partir de un acto meramente normal “la dinámica de un mercado comunitario”, cuyas repercusiones aún hoy vivimos con las diversas variantes del coronavirus y su carácter de pandemia mundial con efectos colectivos, que también se notan las realizaciones individuales.

La suma de un conjunto de “actos” produjo el contagio masivo, por ejemplo, la realización de viajes, el traslado del trabajo a la casa, la salida de compras, la asistencia a reuniones familiares, el saludo de mano, la interacción social. Si somos curiosos –epistemológicamente hablando–, en todos ellos podemos encontrar de algún modo a la ética, por ejemplo, la capitalista neoliberal, en su motivación hacia el libre comercio y el traslado de personas y mercancías en el nivel global, que posibilitó también, el traslado del virus referido globalmente. Otro acto, de mayor calado, como lo es el uso cotidiano de las rutas comerciales terrestres, marítimas y aéreas, causó la propagación de la enfermedad por todo el orbe. En otro sentido, las acciones específicas de las personas pueden ayudar a mitigar o a propagar la pandemia, a saber, el lavado de manos, el uso de cubre boca o la vacunación.

Segunda: ¿cómo es la ética preponderante en la actualidad?

Lo dicho es útil para responder a la pregunta que anteriormente propuse, reflexionar sobre la ética realmente existente en nuestra cotidianidad es importante porque se traduce en acciones con impacto en la época. Por eso la necesidad de considerarla, caracterizarla, transformarla y orientarla. Tal posición no es nueva en el sentido estricto, ya que varios autores han asumido a este concepto de forma integral, como motor de la vida misma y de la historia. Por ejemplo, Max Weber (2004), en su famoso texto “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, considera el “deseo de ganancia y utilidad” como la fuerza que mueve las acciones en el mundo capitalista, mismo que se deriva de la ideología y cosmovisión protestante.

Para completar la idea, ahora me refiero a los postulados hechos por Pierre Dardot y Christian Laval en su obra La nueva razón del mundo (2013, p.15), donde atribuyen al neoliberalismo un carácter constructor de un modelo de hombre y lo definen como “el conjunto de los discursos, de las prácticas, de los dispositivos que determinan un nuevo modo de gobierno de los hombres según el principio universal de la competencia”. A partir de esto, puedo señalar uno de los elementos constitutivos de la moralidad neoliberal, presente en las acciones, por ende, en la ética de las personas, a saber, el deseo de ganar que está íntimamente relacionado con la competencia.

El afán por competir va más allá de los meros actos personales, para convertirse en “lucha entre rivales, el motor del progreso de las sociedades y que todo obstáculo que se le oponga […] debe ser considerado un obstáculo al progreso continuo de la vida” (Dardot y Laval, 2013, p. 47). Esto último preocupante, porque sustituye el interés colectivo, por la satisfacción de las pretensiones individuales y las logra confundir con los intereses del mercado. La competencia se vuelve norma de vida y existencia, es decir, las personas existen para el desafío, la disputa y la lucha con los otros; anulando todo resquicio de colaboración o solidaridad, dado que en esta racionalidad no es útil, ni importante.

En tal orden, es relevante distinguir entre el liberalismo propuesto por Stuart Mill y Tocqueville caracterizado por el predominio en la búsqueda de la riqueza y el libre mercado; el de Spencer orientado a la competencia en las relaciones sociales; el nuevo liberalismo promovido por Keynes como respuesta a la crisis del liberalismo clásico, también denominado intervencionismo o paternalismo benefactor; el ordoliberalismo alemán propuesto por Eucken o, el neoliberalismo de Von Mise o F. Hayek. Todos estos confluyen en la defensa de la competencia y el establecimiento de condiciones legales y gubernamentales para lograr su máximo desarrollo, enfatizando el individualismo sobre el colectivismo.

El neoliberalismo, establece la forma de vida del “hombre empresarial”, entendido según Dardot y Laval (2013, p. 134) como una “dimensión antropológica” donde “toda situación que no corresponda a las condiciones de la competencia pura y perfecta es considerada una anomalía que no permite realizar la armonía preconcebida entre los agentes económicos” (Dardot y Laval, 2013, p. 135). Como es evidente, se confunde la vida cotidiana con la vida de mercado, por tanto, la acción ética se reduce a una realización mercantil, individual, desconectada de la colectividad y orientada por el consumo, el deseo de ganar o de producir utilidad –principalmente– individual.

La ética en comento, adquiere el carácter neoliberal o del neoliberalismo que:

…apunta a introducir, a restablecer o sostener dimensiones de rivalidad en la acción y, más fundamentalmente, a modelar a los sujetos para hacer de ellos emprendedores capaces de aprovechar las oportunidades de ganancias, dispuestos a comprometerse en el proceso permanente de la competencia. Donde esta orientación ha encontrado su traducción más fuerte en el dominio del management (Dardot y Laval, 2013, p. 136).

En este orden, la ética presente en la actualidad neoliberal es eminentemente competitiva, individualista e instrumentalista, por ende, se hace necesario transformarla o reorientarla hacia valores más adecuados con el beneficio de todos, dado que su centralización en el interés del mercado, confundido ya con el individual, es riesgosa para el buen desarrollo de los comunidades y el planeta, porque no busca salvaguardarlos, sino obtener la máxima ganancia, sin reparar en los costos o repercusiones colectivas o ambientales.

A lo dicho añado un aspecto pedagógico del mercado, erigido como “un proceso de autoformación del sujeto económico, como un proceso subjetivo auto-educador y auto-disciplinario mediante el cual el sujeto aprende a conducirse [el] proceso de mercado construye su propio sujeto [es] autoconstructivo (Dardot y Laval, 2013, p. 140). Ante tal panorama, se hace necesario pensar en otra forma pedagógica de construcción, no del sujeto de mercado, sino del sujeto del interés colectivo, con otra ética, una colectivista, solidaria y analógica, que también, se intrinque con la vida cotidiana.

Tercera: ¿cuál es la ética propuesta?

Como he dicho, la ética es una fuerza moral que guía la acción histórica, es decir, todo lo que hacemos tienen una repercusión en las condiciones de la época, aunque a veces no lleguemos a estar conscientes de ello. Partiendo de la afirmación anterior, es menester reflexionar sobre la urgencia de transformar la ética presente en le actualidad que cuando menos es instrumentalista y pragmática, esto se nota en el crudo individualismo que hoy tenemos, el cual guía las acciones humanas hacia la consecución del interés personal y la satisfacción de las necesidades del mercado –poder económico–. Esta pretensión nos pone en la tensión entre la satisfacción de las necesidades individuales o, a consecución de lo colectivo; orientaciones éticas y morales que parecen estar en pugna en un mundo capitalista neoliberal. Pero no sólo esto representa un problema ético de la actualidad, sino también la aparente incoherencia que existe entre el modo de vida y el discurso ético - moral de las personas; también, de los pensadores y académicos.

Por ejemplo, señalo el debate que existe sobre Michel Foucault y la coherencia de su pensamiento con su factualidad vital; es decir, quien fue un extraordinario filósofo, uno de los más importantes de Francia, también fue señalado – de esto habla James Miller en su libro: La pasión de Foucault –, de conductas tildadas como escandalosas. Es decir, el pensador que nos propuso una forma de considerar a la realidad: genealógica, arqueológica, histórica y analizó al poder, a las instituciones penitenciarias, a los mecanismos de control, que aún hoy tiene gran influencia; es señalado, no por su pensamiento; sino por su forma de vida y la aparente incoherencia entre ambos.

Esto me lleva a considerar el asunto: ¿debe coincidir el pensamiento con la conducta personal?, o ¿existe diferencia entre la filosofía moral y su realización ética?, ¿hay una distancia entre el pensar y el hacer o deben ser coherentes? Miller (1995, p. 15) recordando a Foucault dice: “la clave de la actitud poética personal de un filósofo no ha de buscarse en sus ideas, como si de ellas se la pudiera deducir, sino más bien en su filosofía-como-vida, en su vida filosófica, en su ethos (ética)”. En este tenor, puedo afirmar que somos en nuestras realizaciones cotidianas; más allá del mero pensamiento, aunque este último tiene mucho de lo que somos y, somos, evidentememte a partir del mismo.

Algo similar, se puede comentar de Heidegger y su cercanía con los ideales de la alemania nazi, criticado por múltiples pensadores como Habermás, Adorno, Rorty, entre otros. En tal orden de ideas cuestiono ¿es posible el uso de la filosofía para alimentar el genocidio y la supremacía o, es que la filosofía misma, como producción humana, cuando olvida a la ética incurre en errores que pueden llevar a los seres humanos a los caminos más torcidos de la existencia?, ¿hastá dónde, podemos construir un camino ético si olvidamos al otro y a nosotros mismos como fuera del todo, de la colectividad y su beneficio?

Los ejemplos referidos sustentan la idea de reflexionar sobre la ética como un aspecto importante en nuestra actualidad, por las repercusiones que tiene en cada ámbito del actuar personal y comunitario. De aquí que hoy me refiera a una ética primigenia, analógica, más que conceptual; aquella en virtud de la cual realizamos nuestra cotidianidad, lo anterior, relacionado con los planteamientos de Mauricio Beuchot y Luis Eduardo Primero Rivas.

Apartado dos: ética, analogía y vida cotidiana

El espíritu ético

La ética, entendida como fuerza moral que produce y orienta las acciones humanas, tiene una estrecha relación con la vida cotidiana de las personas, en cierta medida es también una reflexión sobre la moral. A veces, claramente expresada por sus actores; pero en otras ocasiones se esconde – de facto –, tiene un carácter tácito, innominado o hasta desconocido por quienes la ejecutan; sin embargo, existe. La ética, es parte de la conformación de los discursos, los cuales, entendidos como prácticas, también involucran saberes legitimados, significados, relaciones de poder y dominación introyectadas, aspectos de índole histórico, económico, político, jurídico, moral y deontológico.

Desde la época clásica en Grecia, Aristóteles hizo referencia al carácter ético de las personas, como realización personal, un impulso relacionado con el logos y el pathos, pero con cariz distinto, de índole volitiva, pasada por el tamiz de la razón, la decisión y las intenciones, con la suficiente fuerza como para orientar los actos. Estos pueden ser distinguidos entre aquellos que constituyen el vicio, dañosos para uno mismo y para los demás, frente a los que resultan virtuosos, que además pueden beneficiar a todos. Sobre la virtud, el mismo Aristóteles señala: es “la facultad de producir y conservar los bienes y, también las facultades de procurar muchos y grandes servicios de todas clases y en todos los casos [sus partes son] la justicia, la valentía, la moderación, la magnificencia, la liberalidad […] la sensatez y la sabiduría. (Aristóteles, 1999, p. 242 – 243).

Como fuerza que guía y produce las prácticas, la ética posee una carga de la moral realmente existente que la orienta, le da forma y, obedece a los valores presentes en la época donde se produce. Podría considerar aquellas virtudes aristotélicas como un faro que oriente el deber ser moral de las personas, aunque los tiempos y las condiciones de la vida han cambiado, pueden servir como referencias históricas y evidencias del dinamismo que el concepto tiene y su relación con el contexto social e histórico. Si a lo anterior se suma el albedrío de los seres humanos, se tienen elementos para caracterizar a la ética como una realización intencional, frente a la moral existente o incluso la deontología, con un cariz más estructurado y hasta hierático. En este orden de ideas, establezco desde ahora una relación de la ética con los valores de la humanidad y con sus virtudes; pero también con la capacidad de toda persona para cuestionarlos, modificarlos y reorientarlos hacia otros lados, algunos incluso dignos de reprobación por los daños que causan a la colectividad, al medio ambiente y al planeta.

La ética que convoca Aristóteles, como realización virtuosa, también puede constituirse en el cumplimiento del deber ser, que no obstante estar relacionado con los valores de una comunidad, pueden resultar lesivos para el interés general. Sobre el particular, refiero el caso de los oficiales Nazis, en los juicios de Nüremberg, realizados entre 1945 y 1946. Todos ellos, fungieron como funcionarios del gobierno alemán durante la Segunda Guerra Mundial y fueron sometidos a un procedimiento judicial, que en esencia cuestionó sus actos de lesa humanidad durante la etapa del régimen de Adolfo Hitler y el Tercer Reich. El debate que encuentro tiene que ver con el hecho de que los oficiales en esa etapa actuaron “éticamente”, en el cumplimiento de su deber y de acuerdo con una convicción ideológica que consideraba a los nazis – la raza aria – como seres superiores y, por ende, con la responsabilidad y el derecho de ejecutar sus actos en ese tiempo, territorio y jurisdicción.

El cumplimiento ético del deber, evidentemente se constituyó como una fuerza moral en los actos de tales oficiales; sin embargo, estos resultaron dañinos para la humanidad en el sentido del exterminio que constituyó el llamado holocausto judío. Si bien, la conducta de los funcionarios fue reprochable moralmente y jurídicamente, ellos alegaron que cumplían con su deber, siguiendo no sólo una instrucción jerárquica o las normas legales vigentes en ese momento; sino también, la ideología que ponía en un lugar preponderante los valores de la raza y la dominación, por sobre la vida y el respeto de la dignidad humana. El breve ejemplo de los condenables actos nazis, también puede derivarse en un debate sobre la juridicidad de los juicios, en tanto no existían normas creadas a priori[3] por el Derecho internacional o las que habían eran limitadas. No omito mencionar el asunto de la objeción de consciencia, que se opone a la identificación y sumisión doctrinaria, señalada por Camus (2014, p. 72) o la responsabilidad con el otro, la ética del otro, propuesta por Lévinas (2000, p. 71).

Otro ejemplo es la llamada ética de los pioneros, o de los grupos protestantes puritanos que colonizaron el territorio norteamericano, señalado por Weber como un “espíritu capitalista”, lenguaje indubitablemente relacionado con el “espíritu santo” del protestantismo, ambas, fuerzas creadoras y movilizadoras de la acción. Tal espíritu, se constituye históricamente a partir de la reforma religiosa, que marcó una diferencia entre la ética religiosa de los cristianos católicos y, aquella desarrollada por los protestantes, principalmente – que no únicamente – desde las posiciones calvinistas y luteranas. Luego adoptadas por Inglaterra y exportadas al territorio norteamericano. El mismo Weber (2004, p. 49) enfatiza esta distinción entre el “alejamiento del mundo” del catolicismo y “los rasgos ascéticos que muestran sus ideales más elevados”, frente al “goce mundano, más o menos materialista o antiascético” (p. 55) de los protestantes.

La frase espíritu denota un soplo de vida, pero también una fuerza volitiva, que para el caso de los católicos detiene su posibilidad de progreso y, para los protestantes lo potencia. Max Weber (2004, p. 57), al realizar un análisis de este “espíritu capitalista”, le atribuye ciertas características como lo son: el pensar que “el tiempo es dinero”, que “el crédito es dinero”, que el dinero tiene una “naturaleza fértil y capacidad de reproducción”, “el dinero puede generar dinero y el nuevo dinero puede generar más dinero y así sucesivamente”.

Evidentemente, la ética capitalista no sólo se centra en el dinero, sino en el aprovechamiento de este para el desarrollo, es decir, de poco sirve acumularlo y se le debe hacer producir, multiplicarlo. Posición no alejada de los principios cristianos establecidos, por ejemplo, en la parábola del sembrador o en la de los talentos. En la primera, el sembrador “siembra”, esperando que la semilla produzca “al ciento por uno”; en la segunda, un patrón deja a un administrador sus talentos para que los multiplique, al regresar espera tener estos más la ganancia. De aquí el excelente entendimiento que la ideología protestante ha tenido con el capitalismo en su idea de progreso, crecimiento y desarrollo.

En suma, para Aristóteles, es la virtud la que debe guiar las prácticas como un deber ser moral de los individuos, para los nazis la supremacía de la raza y la dominación y para los protestantes la idea de progreso que se constituye en un “espíritu del capitalismo”. Evidentemente, estos ejemplos nos muestran como las condiciones ideológicas y de época, tienen efectos en la vida cotidiana de las personas, a saber, en sus ideas sobre el mundo, el ser humano, en las expectativas en cuanto a su propia realización o sentido vital. Tales elementos constituyen una ontología del ser humano que a la vez que tiene influencia de la época, la reforma, reconstituye y transforma. Por eso insisto, la ética tiene un maridaje con la ideología. Luego, las personas que viven el momento histórico responden en sus actos a este y buscan sus valores, que también son motivaciones morales.

La cotidianidad ética

Lo que para algunos es aceptable hoy, no lo será mañana; o lo que ayer fue inmoral, hoy es moral. Esto, evidentemente se relaciona con aquello que es legitimado y vigente, por tanto, puedo afirmar que existen acciones éticas vigentes y no vigentes. Las primeras, quizá lo fueron en otros momentos; pero hoy ya no lo son. Referiré el cambio en los actos éticos, que ha supuesto el advenimiento de la pandemia SARS-Cov-2 y su enfermedad Covid-19[4], cuyos efectos se muestran en varios aspectos de la vida, por ejemplo, antes se consideraba bueno y deseable que entre las personas existiera cercanía, la que se mostraba en reunirse, saludarse y hasta abrazarse, estas acciones, eran ejemplo de una buena relación interpersonal; ahora, por la emergencia sanitaria, quienes realizan reuniones o, incluso se acercan sin guardar la “sana distancia”, son objeto, con razón, de señalamiento y censura social.

Otro asunto, es la idea del individualismo y la propia supervivencia, frente a la colaboración y la sobrevivencia de todos. Por ejemplo, en la decisión sobre el uso de cubre bocas, algunos lo ven como un acto para la autoprotección; otros como aquel que les ayude a proteger a los demás. Desde su capacidad de decidir, hay quienes optan por no usar esta medida de protección sanitaria y, hay quienes lo hacen por obligación de una norma. No pretendo decir que todas estas posibilidades estén relacionadas con una posición ética, ya que algunas, incluso, se producen desde la ignorancia, innominada o tácitamente.

Otro caso es el robo de famélico o de los de rapiña que se pueden cometer por las personas en tiempos de escasez alimentaria, es decir, que la protección de la propia supervivencia, puede ser una fuerza moral – ética –, que nos lleve a cometer actos inusitados, impensables. Es decir, que una persona considerada buena, en ciertas circunstancias, puede cometer actos vergonzantes dados los acontecimientos. Me pregunto si existirá una posición ética tan fuerte que nos lleve a preferir el daño a nuestra persona, familia o patrimonio en la defensa de intereses superiores. Utilizo estos someros ejemplos para reforzar la idea de que la vida cotidiana modifica a la ética, por tanto las personas cambian en virtud de los acontecimientos, sobre todo, cuando se pretende proteger el bienestar propio, nuestro patrimonio o la vida misma. Por ejemplo, una ética reconfigurada por el acontecimiento SARS-Cov-2, más allá de la supervivencia y orientada hacia la solidaridad, donde el otro deje de ser “virus”, “peligro”; para conformar una comunidad actuante en la atención de las importantes problemáticas de nuestro tiempo.

La vida cotidiana

Entiendo la vida cotidiana como la realización alienada e inconsciente o, creativa y consciente, donde se imbrican e intrincan, historicidad, generalidad, especificidad y particularidad del ser humano, que se produce y reproduce pragmática, sensible y racionalmente por el ser humano en relación con la colectividad, como una praxis ético-ontológica en el espacio heterogéneo, dialéctico e inmediato, producido entre la realidad y el acontecimiento. Desde esta conceptuación, prosigo señalando a la vida cotidiana como esfera para la movilización inmediata de la ética frente a los acontecimientos, en los diferentes ámbitos del diario vivir; en cierto modo, es concreción factual de la ética.

Este concepto es importante por su trascendencia filosófica; pero también por las implicaciones que tiene en la factualidad y en el devenir histórico de las comunidades. Ágnes Heller (1987, p. 32), discípula de György Lukács y proveniente de la Escuela de Budapest, la distingue como la suma de una serie de proporciones – genericidades o realizaciones –, entre los que destaca en primer lugar la socialidad o historicidad del hombre, porque los seres humanos nos apropiamos de bases, elementos, habilidades, ideas, medio de producción, procesos educativos, institucionales, temores, información procedente de los medios, del internet, entre otros. En segunda instancia, la autora refiere como parte de la vida cotidiana a las objetivaciones de la esencia humana, entendidas como la encarnación del género humano, del arte, de la filosofía y; en tercer lugar, las normas o aspiraciones abstractas y morales.

La misma Heller establece que frente a tales genericidades, los seres humanos pueden adoptar comportamientos, que añado, pueden ser éticos, como realizaciones entre lo colectivo –determinaciones – y su propia particularidad, en este orden de ideas, tienen albedrío para decidir, en el ambiente alienado por tales, entre “aceptar obligatoriamente este mundo […] identificarse con las formas alienadas de comportamiento” o no hacerlo (Heller, 1987, p. 55). Evidentemente esto es una posición que puede significar un apoyo a no al interés colectivo; pero que no puede suprimir sus efectos en el mundo. Tanto los actos conscientes, como los no conscientes o, aquellos producidos desde la ignorancia, producen efectos en las personas, en la comunidad y en el medio circundante.

Para seguir con esta descripción, Luis Eduardo Primero (2002, p. 24), caracteriza al conocimiento cotidiano de la siguiente forma:

Parte de la vida cotidiana, es heterogéneo, inmediato, polisémico en su lenguaje, personal, fetichista y sujeto a prejuicios, subsunsivo, repetitivo, intuitivo, conservador, irreflexivo, espontáneo, hipergeneralizado, pragmático, analógico, probabilístico, imitativo, aproximativo, simple, pre-científico y/o pre-filosófico, precario y/o parcial, economicista, inércico, sentimental, humanoformista y/o antropomórfico; por tanto, antropológico y antropocéntrico (p. 124).

La realización ética

El ser humano, es un ser ético que se ha conformado desde su ontología de vida, sus intereses personales y otros aspectos de carácter formativo y profesional. Un entramado de elementos conformados en una especie de dispositivo que se moviliza para cumplir un objetivo. Esa movilización a veces es irreflexiva, otras racional o reflexiva; pero siempre implica una posición moral o deontológica, que puede ser conocida o desconocida por quien la ejecuta factualmente. La ética siempre tiene una orientación, es decir, va hacia algún lado, ésta le puede ser conferida por una axiología o moral específica; también por códigos deontológicos, normas sociales o jurídicas o cualquiera otra.

Nuestra vida cotidiana sucede en torno a los acontecimientos, de aquí la importancia de analizar y comprender a este como un punto nodal que limita o posibilita el cambio individual y social, más en tiempos donde es urgente cuestionar al ethos predominante y conformar una ética distinta, que sirva para mejorar las condiciones sociales y mundiales. Es evidente que el ethos individualista, competitivo y utilitarista presente en el modo de vida capitalista neoliberal y en la posmodernidad, ha causado una desconexión entre los seres humanos y acarrea aislamiento, rencor entre las comunidades y posiciones egoístas, que nos hacen olvidar la dignidad humana y considerar a las cosas por sobre la vida.

Bauman (2009, p. 6) considera que en la actualidad “vivimos en tiempos de una fuerte ambigüedad moral, que nos ofrece una libertad de elección nunca antes vista, aunque también nos lanza a un estado de incertidumbre inusitadamente agobiante”. Se trata de una crisis ética proveniente del olvido o alejamiento de las seguridades y los fuertes valores morales, otrora proporcionados por la idea de la divinidad, la salvación, el acceso al paraíso; incluso, el bien común y la responsabilidad social y, ahora sustituidos por las cosas y su consumo, valores que pronto se desfasan y quedan obsoletos.

La ética de los seres humanos que vivimos en el neoliberalismo, parece estar obnubilada por el destello luminoso de las posesiones, de la belleza establecida y la confusión del ser con el tener. Lo más preocupante es que la presencia del ideal consumista es sutil y, lo realizamos, incluso sin tener consciencia o cuestionar su viabilidad moral. De aquí que justifiquemos la desigualdad, la diferencia social, estética, económica, académica; como si existieran distintas categorías de seres humanos en razón de sus posesiones o la apariencia

Disgregación de la ética en el capitalismo neoliberal

Como he mencionado, en la actualidad, suele considerarse a la ética de manera segmentada, esto es, se establecen límites entre la ética personal, la profesional, la que se realiza en colectivo; como si la vida humana pudiera separarse en estos ámbitos. A la ética personal, regularmente se le relaciona con la moral colectiva o religiosa, a la profesional se le liga con los códigos profesionales y al cumplimiento de las normas se le considera como una buena ética ciudadana. Tal distinción, si bien es útil en un proceso analítico, no es real, porque no existe. Lo que tenemos en la realidad, son personas actuando con todo su ser en la cotidianidad.

Acaso es posible que un profesor de universidad, cuando realiza su labor, suspenda sus asuntos familiares, comunitarios o colectivos. ¿Puede llegar a laborar como un actor que interpreta su papel, olvidándose de la carga emocional y los significados de su cotidianidad? Será posible considerar que un gerente empresarial que tergiversa balances contables, ¿puede ser un ciudadano ético o un padre de familia ejemplar? Me parece que esta posibilidad es una farsa que se produce sólo a partir de la consideración disgregada de la ética, como descontextualizada de la vida y parte de los segmentos de la actuación humana.

Si pensamos de una manera distinta a la ética como relacionada con la vida cotidiana, podemos afirmar que una persona cuyos actos son incorrectos en el trabajo, no sólo deja de ser ética en ese ámbito, sino en toda su vida, dado que esa acción, además de ir en contra de una norma laboral; también afecta el buen desarrollo de toda una colectividad, porque estos actos suscitados en el trabajo involucran a todo el sistema, a la comunidad, a la nación, al país y al mundo.

La analogía de Beuchot, como elemento que otorga proporcionalidad a la ambigüedad ética de la actualidad

Mauricio Beuchot Puente, nos ofrece el concepto de analogía, que se fortalece en la hermenéutica Gadameriana, porque “está en la línea de la phrónesis o prudencia” (Beuchot, 2011, p. 93). Este concepto, es relevante para resolver la crisis ética referida, que en la posmodernidad, o se ha considerado única – disgregada –, o ha llegado al límite del relativismo, donde todas las intenciones valen por igual. La analogía, aporta proporcionalidad a los actos éticos, que al ser atravesados por la razón y la intención, necesariamente requieren de un proceso de comprensión e interpretación prudente.

Esto sugiere construir una ética sustentada en la buena interpretación hermenéutica analógica, que reconoce las causas, consecuencias y alcances de los propios actos; por tanto, los busca o evita, produce y reproduce con el objeto de obtener ciertos resultados, que se esperan benéficos para la colectividad; pero también para el ser humano. Como las virtudes aristotélicas; pero actualizadas, o el imperativo categórico Kantiano; pero plenamente consciente y por ende, interpretado como bueno, no sólo para todos; sino para el ser humano mismo que lo realiza. Es decir, una realización teleológica y consciente.

La analogía según Beuchot (2011, p. 94), es útil – en la comprensión de los textos, por extensión de los acontecimientos y de la realidad – “para evitar la pretensión de una comprensión unívoca, que no pasa de ser un ideal, la más de las veces inalcanzable, y para no derrumbarnos en una interpretación equívoca, que se queda en algo inservible, es necesario tender hacia una comprensión diferente, que ha faltado”. La ética analógica, permite el desarrollo de acciones comprensivas y adecuadas al bien común, algo, que en la actualidad parece diluirse ante el gran avance del individualismo, el consumismo y la competencia, que, cuando menos, han obnubilado y confundido a las personas, en su comprensión de lo conveniente y, orientado sus actos hacia lo que es necesario de acuerdo con criterios muy instrumentales.

Está ética analógica es potente, porque reconoce las derivaciones de la vida cotidiana, esto es, las sociales o colectivas, las históricas, las ontológicas, de época; pero también las aspiraciones de los seres humanos, el modo de producción y de trabajo; los sistemas construidos; incluso, asuntos ambientales y planetarios. Es decir, no centra su respuesta sólo en aspectos desagregados de la realidad, sino en su comprensión, de allí que sea pertinente.

La idea de lo cotidiano completa la posición ética en este trabajo, porque implica la la posibilidad de “identificar, nombrar, aprovechar, investigar y actuar en los espacios ontológicos de la formación humana, vinculados a la vida familiar y privada; en la acción comunitaria y social” (Primero, 2006, p. 37). En el siguiente esquema presento las diversas realizaciones que la componen, según Primero (2002) y Heller (1987).


Esquema 1
Realizaciones o genericidades que integran a la vida cotidiana según Heller, 1987 y Primero 2002).

Conclusión: ética analógica de la vida cotidiana

Como he señalado a lo largo de este capítulo, es urgente reflexionar sobre la ética realmente existente en nuestra actualidad y los efectos que ha producido en múltiples niveles de la vida cotidiana, de las comunidades y del planeta mismo. Desde esta referencia y a través de una interpretación adecuada, proponer y desarrollar una ética analógica de la vida cotidiana, entendida como un actuar consciente y responsable histórico que las personas desarrollen para la trasformación de las condiciones existentes. No se trata de satisfacer sólo los intereses y motivos personales o, por el contrario, sólo preferir el bien colectivo, una ética analógica busca establecerse en la proporcionalidad entre uno y otro, una especie de mediación o negociación que satisfaga tanto al interés personal, como al colectivo.

Es decir, que nuestros actos beneficien al colectivo social, en igual o similar medida como nos benefician a nosotros, saber que lo que hacemos afecta a los demás; pero también, el actuar de los otros, afecta nuestra realidad y, actuar con esa responsabilidad. Esta tarea implica construir otra humanidad o, generar un tránsito desde la que tenemos, con matices evidentemente capitalistas neoliberales, hacia una mejor, que desdibuje la marcada tendencia del mercado, el consumo y la competencia, para integrar en las repuestas éticas de las personas, la consciencia de grupo, el interés y beneficio de la mayoría, el avance de las comunidades y del planeta en su conjunto. Por ello, la ética que aquí convoco no es desintegrada o desagregada, sino integral, completa.

Esta no es una tarea sencilla, sobre todo en una época donde los acontecimientos han establecido una excepción sanitaria y el riesgo de abusos e imposiciones autoritarias que afectan a las personas y exacerban los ánimos individualistas y los egoísmos personales. Además, en medio de un sistema moral, económico, político y social que parece beneficiar y promover el egoísmo y la competencia. Una actuación ética analógica, reconoce la existencia del acontecimiento, como elemento fundamental de la vida cotidiana, ya que, en virtud de este, se moviliza la acción de las personas. La fuerza del acontecimiento puede conmover aún las posiciones éticas más sólidas y llevarnos a lugares inusitados. Pero al tiempo, puede servir como catalizador para una transformación, hoy en día, para consolidar la solidaridad y el sentido de comunidad humana.

La ética analógica de la vida cotidiana produce un actuar que entiende la trayectoria histórica de la comunidad y la ontología del ser humano; a la que responde siendo creativa, proponiendo acciones desde la frontera filosófica y en la búsqueda de mejores condiciones vitales, comunitarias y ambientales. En este orden de ideas, la ética que convoco, si bien reconoce la pluralidad, y no establece individualidades, tampoco puede segmentarse o desagregarse en ámbitos diversos, sino que es completa y coherente en cada ser humano, en su momento histórico y contexto cotidiano.

Referencias

Aristóteles (1999). Retórica. España: Gredos.

Bauman, Z. (2002). Modernidad líquida. Argentina: Fondo de Cultura Económica.

Bauman, Z. (2009). Ética posmoderna. España: Siglo XXI.

Beuchot, M. (2011). Una hermeneútica analógica para el mundo actual. En Comprende: revista catalana de folosofía. 13 (1). (pp. 93 – 107). España: Universitat Ramon Llull: Facultat de Filosofia.

Camus, A. Escritos libertarios. México: Tusquets.

Dardot, P. y Laval C. (2013). La nueva razón del mundo. España: Gedisa.

Heller, A. (1987). Sociología de la vida cotidiana. España: Península.

Hortal, A. (2002). Ética general de las profesiones. España: Centros Universitarios de la Compañía de Jesús.

Kant. E. (2002). Fundamentación para una metafísica de las costumbres. España. Alianza.

Lévinas, E. (2000). Ética e infinito. Madrid: Machado.

Miller, J. (1995). La pasión de Michel Foucault. Chile: Antártica S.A.

Muñoz de Cote Otero, A. (2012). El tribunal militar internacional de Nüremberg. Problemática e implicaciones de su instauración. En Revista de la Facultad de Derecho de México. 62 (258). Disponible en: http://revistas.unam.mx/index.php/rfdm/article/view/60723/53599. Consulta del día 04 de marzo de 2021.

Primero, L. (2002). Epistemología y metodología de la pedagogía de lo cotidiano. México: Primero editores.

Primero, L. (2006). Más allá de la educación escolar. En Hacia una pedagogía analógica de lo cotidiano. México: PUBLIDISA. (pp. 25 - 41).

Secretaría de Salud del Gobierno de México (2020). Lineamiento general para la mitigación y prevención de COVID-19 en espacios públicos abiertos. México: SSGB.

Weber, Max. (2004). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México: Fondo de Cultura Económica.

Notas

[1] Doctor en Educación, Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Ajusco. Director en Secretaría de Educación Pública, México.
[2] Algunas de las obras producidas por el Doctor Primero, se pueden consultar gratuitamente en los portales: http://spine.upnvirtual.edu.mx y https://publicaralsur.com
[3] En palabras de Muñoz de Cote (2012, p. 454). Este procedimiento “puso en el tintero de la discusión la validez del tribunal y sus sanciones, ya que no existía precedente alguno para juzgar “individual- mente” a altos mandos políticos y militares de un Estado y mucho menos el establecimiento de penas, en franca violación al principio jurídico nullum crimen, nulla poena sine lege”.
[4] De acuerdo con la Secretaría de Salud, del Gobierno Mexicano, “el SARS-Cov-2 es un virus que apareció en China. Después se extendió a todos los continentes del mundo provocando una pandemia. Actualmente Europa y América son los más afectados. Este nuevo virus, provoca la enfermedad conocida con el nombre de COVID-19”. Consultado en: https://coronavirus.gob.mx/informacion-accesible/#covid y el trabajo donde participo https://revista.reflexionesmarginales.com/repensar-la-vida-cotidiana-en-tiempos-del-covid-19/. 23 de marzo de 2022.


Buscar:
Ir a la Página
IR
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R por